martes, 29 de junio de 2010

EMBLEMÁTICO PUENTE.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Entre los lugares que son familiares a los nueviteros, resulta obligado citar “El Puente” que une a la ciudad con la avenida que conduce al “Puerto Tarafa” y bajo el cual pasa una enorme zanja sobre la que se emplaza “el camino de hierro”: la línea del ferrocarril que une a la Villa con la capital provincial.
Varios habían sido los intentos por llevar la citadina vía hasta la orilla del mar. Veinte años transcurrieron infructuosamente, desde los primeros intentos; pues había que salvar el obstáculo que representaba un elevado promontorio que no permitía el nivel preciso para hacer correr las máquinas por ese lugar.

El 22 de septiembre de 1863, Pedro Sánchez Dolz, solicitó al Ayuntamiento la licencia para acometer el propósito de culminar la excavación de la hasta entonces calle “Santa Ana” para que sobre el monumental conducto se emplazara la línea del ferrocarril y que este llegara a la orilla del mar. El Ayuntamiento el 10 de octubre del propio mes acordó mercedarle a Sánchez Dolz la referida calle, donde ya estaban iniciados los trabajos de zanja y terraplén.
El 12 de junio del siguiente año se creó una Sociedad Anónima para realizar un préstamo ascendiente a treinta mil pesos a la empresa del ferrocarril para terminar la línea desde el “Número Uno” a la “Ensenada del Guincho”, pagaderos en seis años y con el 5 por ciento de interés.

En el segundo semestre de 1864, Sánchez Dolzs comenzó en firma los trabajos y con la tierra que extraía de la loma fue haciendo el relleno – con la estacada necesaria – de la manzana donde se levantaron almacenes y la “Estación Victoria”, lugares donde se encuentra la calle que hoy lleva su nombre y la actual estación de ferrocarril respectivamente.
El 6 de julio de 1875 se trasladó a Nuevitas el Comandante General del Departamento, Brigadier Don Juan Ampudia, que con la comitiva que aquí le recibió se dirigieron al lugar donde se emplazaba el puente, una vez colocado el piso – por entonces de madera – el párroco de la ciudad “bendijo el puente” y el Brigadier realizó una breve intervención en la que felicitó al pueblo de la localidad y pidió se le pusiera a la obra el nombre de “Balmaseda”.

Casi una centuria de vida tuvo el emblemático puente, construido por entero de madera dura que soportaba por entero el ir y venir de los vehículos en ambos sentidos, pero ya en la década de los 60 del pasado siglo, mostraba excesivos movimientos que ponían en peligro a los transeúntes.
Las malas condiciones de la elevada vía y el pujante desarrollo industrial que se imponía en la ciudad, hicieron que en los primeros años de la década del 70 del concluido siglo, se realizara una inversión que regaló a la ciudad un moderno puente de hormigón armado que es hoy significativo en la transportación por carretera de un lado a otro de la ciudad.

No pocos recuerdan con frecuencia sus primitivas construcciones y lo imponente que entonces resultaba caminar sobre sus tablones cuando por el pasaba algún carro. Así, el añejo puente sigue exhibiendo hoy su original valor utilitario y los lugareños lo asumen como algo entrañable y necesario.

UNA CENTURIA DE MERCADO

POr MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

En realidad la ciudad no contó con una verdadera Plaza del Mercado hasta algún tiempo después de concluida la Guerra de Independencia. Su origen y fomento se enmarca en el primer lustro del siglo XX y desde entonces y hasta nuestros días, ha tenido la misma ubicación en la céntrica calle que sirve de principal entrada a la ciudad.

Lo que se llamaba Mercado a finales del siglo XIX era un pedazo de solar estrecho, donde los pocos vendedores que acudían a él, tendían en el pavimento de tierra sacos de yute y encima las viandas y frutos, a la entrada contaba con una cantina muy bien atendida y propiedad de los hermanos Benjamín y Américo Nápoles.

Al fondo del lugar se ubicaban algunas mesas donde se vendía el pescado, pero el conjunto era realmente un descrédito urbano ubicado en el mismo corazón de la ciudad, asunto que generaba desfavorable y continuo comentario por parte de los lugareños.

Atendiendo a esa necesidad y escuchando el clamor popular, del que se hacía eco la prensa local, el Ayuntamiento acordó el crédito suficiente para su construcción de cemento y elementos metálicos, cuya subasta se realizó el 30 de junio de 1915, creándose de esta manera la infraestructura necesaria para su funcionamiento.

Desde entonces el mercado citadino experimentó un gradual ascenso, al que contribuyó el incremento de la presencia de productores de la zona agrícola de “ Santa Lucía de Nuevitas”, que desde el embarcadero del lugar hacían llegar sus productos hasta los muelles de la cercana calle “ Sánchez Dolz ”, desde donde eran trasladados al lugar.

Con posterioridad los alcaldes que pasaron por el gobierno local intentaron mejorar el emblemático lugar, ubicado a pocos pasos del la populosa “Acera de Martí”, lo que contribuyó a mejorar en algunas medidas sus condiciones.

Hoy en el lugar está ubicado el Mercado Agropecuario, al que concurren productores de diferentes partes de la provincia y el país, siguiendo la tradición de más de cien años de ir hasta el a buscar los alimentos deseados,

Así, aquel lugar rudimentario, en la antigua “Calle de La Marina”, a donde acudían a vender sus mercancías los hombres del campo y del mar, dejó su huella en la memoria de los nueviteros que acuden a el por estos días para encontrarse con los alimentos buscados y el eterno recuerdo acumulado en una centuria de existencia.

REMEMBRANZAS DE UN HOTEL

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Las características de Nuevitas, ciudad portuaria y propia para el turismo y veraneo, hicieron siempre de ella, un sitio ideal para la proliferación de instalaciones con este propósito, de estas, una muy especial se conserva en la memoria de varias generaciones de lugareños: el “Hotel Acera de Martí”.
Este pequeño, pero emblemático hotel, fue fundado por su dueño, Juan Filgueiras en el año 1924 y desde su construcción, ocupó la céntrica esquina de las calles “ Martí ” y “ Calixto García ”, lugar populoso por el que transitaban los moradores de la localidad para pasear por la “ Alameda ”, hasta llegar a la terminal de ferrocarril.

El hospedaje, contaba con veinte habitaciones, todas en su planta alta, que exhibía el confort propio de la época y eran gustadas por forasteros y personalidades ilustres que visitaban la ciudad, pues se alzaba como el más cómodo lugar de descanso.
En su planta baja, se encontraba el restaurante, en el que se expendía un variado menú de platos nacionales y locales, estos últimos caracterizados por un fuerte componente de mariscos. Se dice que las “paellas” elaboradas aquí eran famosas por su exquisito sabor.

En los bajos, contaba este hotel con un salón o recepción, café y cantina en los que se expendían los más finos licores, refrescos naturales y embotellados y helados elaborados en el propio lugar a base de las más exquisitas frutas, traídas en su mayoría de la comarca cercana de “Santa Lucía”.

Poseía, anexo, un Departamento de Repostería, en el que se elaboraban los más deliciosos dulces, entre los que se distinguía el “boniatillo”, “pasteles de guayaba”, “cakes”, “merenguitos” y una amplia variedad de tortas que diferían en texturas y texturas y sabores y que constituían la golosina de cuantos la visitaban.
Renglón aparte merece la referencia a la espléndida marquesina, que rodeando la esquina citadina, servía de punto de reunión a lo más representativo de la sociedad nuevitera de entonces y a los visitantes que hasta aquí llegaban.

Se dice que este lugar fue visitado por insignes personalidades cubanas y extranjeras entre las que se destacan el genial humorista cubano Enrique Arredondo y el famoso de “El viejo y el mar”, el entrañable amigo de Cuba Ernest Hemingway, quien tras su periplo por la cayería norte, visitara nuestra urbe.

En la década de 1960, tras un mercado deterioro, es demolido el representativo hotel y en su lugar se construyó una moderna “Pizzería”, con la que se marca el acento gastronómico del lugar.
Varias generaciones de nueviteros, cuando recorren el lugar, recuerdan el simbólico hotel y tal parece que desde las entrañas mismas de la tierra que le sirvió de cimiente, brotan las notas musicales salidas del antiguo traganíquel que hacía del esparcimiento aquí una inevitable práctica de los pobladores de entonces.

PRIMERA ESCUELA PÚBLICA NUEVITERA.

POr MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

La segunda intervención yanqui en la isla se inició en 1906, con lo que el norteamericano Charles Magno, en nombre del aquel gobierno, dirigió los destinos de nuestro país durante tres años. En ese contexto se inició la construcción de la primera escuela pública de la ciudad.

La escuela, comenzó a funcionar a finales de 1908 y después de analizar las propuestas de varios nombres, el alcalde y varios miembros del gobierno local, se empeñaron en darle la designación de “ Aurelia Castillo”, aun cuando vivía esa poetisa, la que aceptó sin reparos la congratulación que se le hacía.

El 10 de octubre de 1910, la “Castillo “, retribuyó el homenaje que se le brindó y envió una emotiva carta, acompañada de una foto suya de grandes dimensiones, que se conserva en la escuela y cuyo dedicatoria reza: “Para la escuela que en Nuevitas lleva mi nombre como testimonio de mi profundo reconocimiento”.

Aurelia Castillo nació el 27 de enero de 1842, camagüeyana, miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras y ejemplo de honestidad y sencillez. Mantuvo correspondencia con los primeros directores de la escuela interesándose por la marcha de la misma. Falleció a los 78 años el 6 de agosto de 1920.

Esta, La Escuela Pública Número Uno, lució desde su inauguración una construcción sobria, al estilo americano, de ladrillos alicatados sin repellar en los exteriores, dos plantas y una cubierta formada pon un techo de tejas francesas a cuatro aguas en cuyo frontón de alzaba un hermoso reloj que marcaba la hora de cada día.

Las primeras directoras de la emblemática escuela fueron: Pepilla Jiquí, María Estraviz (Maluca), Josefa Ruano, Obdulia Ruiz, María Rodríguez, Virginia de la Fuente, Flora Madre, Leopoldina Arrebola, Trinidad Sedeño y Concepción Ramos, entre otras.

El ciclón “Flora”, que azotó la ciudad, provocó el desplome de una parte de su techo, dañando fuertemente su biguetería interior, lo que condicionó su reconstrucción en 1965, momento en el cual se le dotó de una cubierta de hormigón armado que llega a nuestros días.

Por las aulas de este peculiar centro docente han pasado varias generaciones de nueviteros que recuerda sus claustros de profesores y los inolvidables momentos de risas y juegos infantiles protagonizados en su tapiado patio, que ha servido también de escenario para premiar a los mejores alumnos, instantes que han dejado su impronta en los lugareños

RECUERDOS QUE CABALGAN SOBRE UN VETUSTO CAÑON.

POr MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Los que vivimos en esta ciudad, siempre que buscamos una hermosa vista para fotografiar a los más pequeños de la casa acudimos a un lugar especial: el cañón del parque, del que varias generaciones de nueviteros conservan imágenes, en que, montados en la añeja arma disfrutan cual jinetes del más hermoso caballo.

En los terrenos donde se asentara en la primera mitad del siglo XIX la Plaza Mayor en 1919 se edificó nuestro Parque Central “Salvador Cisneros Betancourt” y aledaño a él frente a la majestuosa fachada de la Casa de Gobierno en 1926 se construyó un amplísima plazoleta denominada más tarde “Plazoleta de los Mártires”.

Cuando alrededor de 1918 se realizaban por los ferrocarriles trabajos de cortes en las alturas contiguas a la ensenada que sirvió a mediados de 1515 de asentamientos a la Villa de “Santa María del Puerto del Príncipe”, fueron hallados antiquísimos cañones que causaron gran curiosidad entre los nueviteros.

Al hurgar en el “baúl de los recuerdos”, y repasar lo instantes en que jugueteábamos sobre la emblemática pieza de artillería, recordamos que en uno de estos cañones fue desenterrado y transportado al patio del “Hotel Camagüey “, hoy sede del museo provincial “Ignacio Agramonte”, y allí está en sus jardines como reliquia histórica.

El otro cañón permaneció olvidado por algún tiempo, hasta que un antiguo vecino del barrio Pastelillo, dio cuenta a las autoridades de entonces. La preciada alma estaba cubierta de fango, sostenido por el tronco de un corpulento almácigo, entonces el ayuntamiento se interesó por traerlo y colocarlo frente a su sede.

La Cámara Municipal en 1927 votó el crédito de $500.00 para transportarlo, limpiarlo y colocarlo en digno lugar, aunque no tomó mucho interés ni se invirtió el presupuesto destinado para ese fin y el cañón permaneció olvidado.

Al finalizar la década de 1920 y a propósito de iniciarse los trabajos de la Carretera Nuevitas – Camagüey, llegaron al pueblo una grúa y un tractor, fue reunido el combustible necesario y el arma se trajo a la ciudad pero la alcaldía no hizo nada para cumplir lo acordado y este permaneció en condiciones deplorables.

No fue hasta la segunda mitad de la década de 30, que se aplicó el crédito: fue acondicionada la pieza y ubicada sobre una cureña de concreto. Allí permanece hasta nuestros días como un centinela mudo, contemplando el horizonte, cual guardián de la “Bahía del Guincho”, que da nombre a la ensenada que se divisa desde su privilegiada ubicación.

El llamativo cilindro de hierro, tiene tres metros de longitud, su menor diámetro exterior es de 30 centímetros en su parte frontal y el mayor de 20 centímetros en la trasera, en la parte superior o lomo”, exhibe en su área central la corona del imperio español y debajo las letras G y R, es significativa la inscripción con los números 40-0-5, a saber indicativos de su fecha de construcción.

He visto fotos que el implacable tiempo ha hecho amarillas y disfrutado de novísimos videos, pero en todos los casos, sonrisas de niños, no importa sus fechas de nacimiento, cabalgan con orgullo y satisfacción por la sensación experimentada sobre tan simbólico cañón.

Hoy, otros nacidos en esta villa, al noreste de la tierra de los tinajones, continúan con la tradición, y es difícil que para un buen recuerdo del cumpleaños de una infante no se camine por el viejo “San Fernando” hasta llegar al espacio citadino y dejar para la historia una inolvidable instantánea.

RECUERDOS DE LA GLORIETA

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Variados son los lugares de los que nuestra memoria conserva gratos recuerdos, ellos sin dudas nos han marcado para siempre, no importa la edad con que contemos al pasar por ellos, esto ocurre con “La Glorieta” del parque “Salvador Cisneros Betancourt” a la que siempre han acudido nueviteros de diferentes generaciones.
Esta construcción se encuentra ubicada justamente al centro del parque, donde se cortan las diagonales que a modo de paseos lo atraviesan desde cada una de sus entradas dispuestas en los ángulos rectos en que se enmarcan cada una de sus esquinas.

La Glorieta fue construida en 1919, está formada por 8 columnas que dan su forma octogonal, sus columnas son estridas en el fuste, sus bases son cuadradas y los capiteles de orden jónico presentan diseños de volutas, sobre las columnas descansa la cornisa y el friso decorado y sobre este la cúpula en forma de bóveda.
Es costumbre de los padres, llevar a sus pequeños a esta construcción a que pronuncien las frases deseadas o buscadas con intención para la ocasión, porque la caja de resonancia que se forma por la cisterna con agua situada debajo del piso y la cubierta, producen un eco insospechado. Con ello durante décadas han disfrutado varias proles de lugareños.

Es este uno de esos lugares que resulta siempre elegido para con una instantánea, apresar un inolvidable momento: es testigo de fotos de cumpleaños infantiles, de desfiles escolares o disfraces carnavalescos, pero siempre, este resulta un entorno preferido para guardar una imagen.
Renglón aparte merecen las cumpleañeras, que al arribar a sus 15 años, con sus familiares y amigos acuden al lugar, para apresar una foto, que con atavíos propios de la celebración, les permita perpetuar, en medio de la alegría colectiva el día en que arriban a “ladead de las ilusiones”.

Sobre la plataforma de esta típica glorieta, acostumbran a patinar infantes, imagen perdurable en el tiempo, mientras los padres y abuelas se dedican a cuidarlos desde el frescor que producen las ceibas bajo las cuales se encuentra diseminados los bancos de nuestro principal parque.
Este ha sido también recurrente para importantes celebraciones y conmemoraciones. Se convierte en escenario especial en actividades enmarcadas en semanas de la cultura local, aniversarios importantes, lanzamientos de libros y ceremonias oficiales.

El lugar, desde el cual la banda municipal nos regala sus conciertos, a pasado a ser parte inseparable del patrimonio edificado en el centro histórico de la ciudad y todos los moradores de la villa la recuerdan con gratitud por lo que ha significado en distintos momentos de su vida.

Así, acudir a “nuestra glorieta”, resulta una tradición que llegó con su construcción y a perdurado a lo largo de los años, y logra tentar a los visitantes, los que con usted, si pasean por nuestro parque, cámara en mano, es difícil no lo motive a guardar de allí una bonita fotografía.

MADRE INSOMNE

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Por lo común las madres mantienen vigilias perpetua sobre sus hijos, pero en la ciudad existe una, que vela día y noche durante todo el año por el pequeño bebe en sus brazos y por todos los hijos que crecen aquí. Ella espera cada segundo domingo de mayo las flores que con afecto especial le depositan generosas manos: se trata de la “Estatua de las Madres” ubicada en el parque “Camilo Cienfuegos”.

El monumento, esculpido en mármol, se alza sobre una base cuadrada de 3,5 m en cada lado, a partir del cual se suceden en forma descendiente 3 bases más, de igual composición, que dan forma de escalones sobre los que se alzan el pedestal también cuadrado y de una altura de 1,5 m.

El dado en su parte frontal cuenta con la siguiente inscripción: “Erigida a iniciativa de la Gran Orden de la Perseverancia” y costeada por suscripción popular. Mayo 13 de 1934”. Desde entonces cada día de las madres, asociaciones fraternales y otras instituciones, así como lugareños, se detienen ante ella para regalarle una flor.

El hermoso pedestal porta las siguientes leyendas en sus tres lados restantes:
¡Madre! Nombre sacrosanto que expresa bondad, cariño y abnegación” ”Cuánta abnegación y cuanto sacrificio representa el amor maternal” y “Las madres forman el corazón, forman el alma. Las madres mueren para el mundo, para sus hijos no”
Encima del zócalo, se yergue la sobria estatua que con una altura de 1,5 m, muestra la especial dulzura maternal con el niño en sus brazos, entre amplias telas que visten ambas imágenes. En su conjunto el monumento alcanza los 4 m de altitud.

Pero esta madre fue también participe de nuestras luchas por la definitiva soberanía e independencia nacional: el día de las madres del año 1957 miembros del “Movimiento Revolucionario 26 de julio”, colocaron en ella un crespón, como símbolo de luto de las madres cubanas ante tantos asesinatos y torturas cometidas por la tiranía que gobernaba el país, lo que creó gran algarabía entre los sicarios de entonces.

El entorno del monumento es propicio para la meditación, los bancos diseminados en el parque muestran las madres radiantes y decenas de niños de la escuela primaria aledaña a la citadina figura, llenan de alegría a este sitio, como si por derecho se convirtiera en madre de todos, velando por su feliz futuro.

Después del triunfo revolucionario el 1ro de Enero de 1959, los niños, guiados por la “Organización de Pioneros José Martí”, la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, y muchos lugareños continúan llevando hasta aquí sus flores cada segundo domingo de mayo, cual tributo perenne a todas las madres y entre ellas a una muy especial: la patria.

LONGEVAS CEIBAS.

POr MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Disímiles son los lugares, que por sus características, pasan a formar parte de nuestra cotidianeidad y por ello son objeto de reiteradas visitas de los que residimos en el terruño: ese es el caso de 4 antiquísimas ceibas que regalan su sombra desde hace más de un siglo.
La referencia que se tiene de la más añeja de estas hermosas plantas, se remonta a la década del 50 del siglo XIX, cundo al quedar constituida la junta de educación, los graduados en ese curso escolar plantaron el árbol que serviría de referencia para sembrar otros tres.

Uno de estos robustos árboles fue plantado en 1873 en la entonces Plaza Mayor, también por estudiantes recién graduados de la enseñanza primaria y la última que echó raíces en el lugar fue sembrada el 7 de diciembre de 1924 por las alumnas de la escuela Aurelia Castillo en honor al mayor general Antonio Maceo, esta siempre brindaron su sombra a cuantos descansaban en el lugar.
Los que aquí vivimos guardamos desde pequeños hermosos recuerdos del lugar desde principios del siglo XX en el principal parque de la localidad: aquí aprendimos a montar patines, carriolas, velocípedos y bicicletas y aquí también nuestros padres y abuelos se sentaron a tomar el fresco bajo las robustas plantas.

La Ceiba alcanza una altura de 40m, tienen hojas palmadas y grandes flores acompañadas. La cápsula leñosa que encierra la semilla contiene una fibra parecida al algodón llamada capoc, esta la razón de que se cultive mucho este árbol.
La citadina planta pertenece a la familia de las bombacáceas y el capoc que produce es utilizado mucho en la confección de colchones, chalecos, salvavidas y material aislante, por lo que es usual ver en determinada época del año como los lugareños lo recolectan para hacer almohadas y utilizarlos como rellenos.

En la primera, brotan con fuerza los nuevos retoños que fueron tomados para elaborar cocimientos recomendables a los padecimientos de asma, respiratorios en general y no pocos marcan la planta de sus pies en la corteza de gruesos troncos animados en que con ello desaparecerá este mal.

Bajo la sombra de sus frondosas ramas los vendedores ambulantes, desde tiempos inmemorables han llevado con su pregón las más disímiles golosinas que consumidas por niños y adultos han hecho más gratos los momentos junto a estos ejemplares.
Los bancos ubicados bajo las vigorosas plantas han servido a varias relaciones de nueviteros, para desde esta posición privilegiada, disfrutar las melodías salidas de la banda de música o de las múltiples agrupaciones rítmicas que se presentan en este entorno.

De manera que estos gigantes vegetales se han adentrado en nuestro pueblo como sus fuertes raíces a la tierra, por ello los que aquí moramos nos sentimos orgullosos de “las ceibas del parque” y múltiples son las que se han inspirado en ellas, como infinitos son los amores surgidos bajo sus ramas.

lunes, 28 de junio de 2010

LEGENDARIA REPOSTERÍA.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

La elaboración de dulces es un arte muy extendido en el mundo y en nuestro país su consumo es ancestral, pero cobra singular fuerza con la colonización española, con las que llegan hasta aquí, prácticas y costumbres de elaboración de los más exquisitos confites.

Aunque desde la segunda mirad del siglo XIX existían cafeterías en la villa, ninguna se dedicaba a la venta de dulces; de allí que en la década de los noventa de ese siglo, la mulata “María Carolina”, quien había sido esclava de los Parry, contara con la mejor clientela y los mejores dulces elaborados por esa familia.

A las seis de la tarde de cada día, la abnegada mujer, con un tubular y el tablero repleto de variados y exquisitos dulces, se situaba en una importante esquina de la ciudad a la que acudían miembros de muchas familias para adquirir el esperado postre.

Con el sobrio pregón ofertaba el “pan de caraca”, muy gustado por los lugareños, muy deleitado para consumir junto al café con leche u otro jugo de fruta fresca. También era costumbre consumirlo tostado, lo que simulaba un exquisito discurso.

A partir de entonces se fue extendiendo por nuestro entorno la práctica de elaborar y comercializar la producción de dulces, creciendo su variedad al asumirse lo más degustado del consumo de este renglón a escala universal.

Mucho ha llovido desde los días que la diligente mulata “María Carolina Parry”, hacía de la venta de dulces un verdadero sentido de la vida a la vez que propiciaba un momento dulce y esperado al paladar de los lugareños.

Lo cierto es que cuando en nuestros días consumimos algunos de los más exquisitos postres, nos viene a la memoria la imagen de quien ha pasado a la historia junto a lo más autóctono de nuestra cultura alimentaria, vinculada siempre a las raíces de nuestra nacionalidad.

HARINA CON JAIBA.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Variados Son los platos que forman parte de la tradicional cocina nuevitera, pero uno es degustado con delicia por nuestro pueblo: la harina de maíz, elaborada con la jaiba que se captura en la plataforma de nuestra bahía.

Este fusiona la tradicional comida latinoamericana, con fuerte componente de harina de maíz y el sustancioso crustáceo que impregna con su sabor el esperado atole, que enriquecido con los más exquisitos condimentos, completan el gustoso manjar.

Arraigada aquí desde mediados del siglo XIX, se elabora sofriendo las muelas y pechos de las jaibas con suficiente cebolla, ajo, ají, cilantro y especias de suficiente aroma, entre las que no puede faltar la hoja de laurel.

Este crustáceo decápodo pertenece a la familia portunidae, su nombre científico es callinectes toxotes y habita en nuestra plataforma marina. La especie mora en lugares arenosos en los cuales se entierra ayudada por los “dactilopoditos” del quinto par de patas, así como en lagunas y manglares y su carne es muy apreciada.

Múltiples son las combinaciones que se elaboran para presentar este plato. Gusta combinarla con potaje de frijoles negros, o colocarle encima un huevo frito y es peculiar el plato que se sirva sólo acompañado de aguacate, al que le llaman “la rubia con ojos verdes”.

Nuestra ciudad, nacida junto al mar, tiene entre las tradiciones marineras, la elaboración de este plato, muy cocinado por las familias en el siglo pasado para ser consumido los “viernes santos”, cuando sin dispensa de la jerarquía eclesiástica, no se debía consumir carne de res.

Hoy nuestros abuelos se encargan de la elaboración del preferido plato, el que brindan con especial ahínco a los más jóvenes para que prueben, como ellos dicen “ algo muy bueno”, incluso le atribuyen aportar una especie de “ grasa ”en su elaboración.

Así, el tiempo transcurrido, no ha podido restar mérito al alimento. Los que peinan canas dicen que es auténtico de nuestra ciudad u una diestra cocinera, con sonrisa orgullosa lo llama un “plato nuevitero rellollo”.

De este modo, la cocina popular nuevitera, inscribe entre sus páginas de oro, la distinguida harina con jaiba que se integra a nuestras costumbres y forma parte de la rica cultura local.

SINGULAR INFUSIÓN.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Variadas son las infusiones que se consumen en todo el mundo y que se degustan con gran placer al paladar, pero una singular es consumida aquí desde antaño, de manera especial por pescadores y moradores del litoral de la ciudad: el tebenque.

Esta es una planta herbácea de flores amarillas aromáticas, cuyo nombre científico es pectis ciliaris y se da de manera silvestre el la rivera de la cayería norte que bordea nuestra bahía y se extiende por la arena y teje sus ramas que cubren importantes porciones de playa.

Esta hierba, propia de Cuba, consumida en infusión, además de ser exquisita, según la leyenda, tiene propiedades reconstituyentes, aporta calor al organismo y no pocos de los que viven en esta ciudad costera le atribuyen propiedades afrodisíacas.

Muchos disfrutan consumir la infusión, mezclada con un buen trago de ron, usanza propia de los meses fríos en que los hombres del mar se lanzan a las afueras de la bahía a su acostumbrada pesquería, la que por esos días se hace mucho más difícil por las bajas temperaturas.

Sin embargo, en el verano, el singular trago, es preparado y puesto a enfriar casi hasta helarse para ser acompañado de cualquier panecillo, aunque ancestralmente era consumido junto a exquisitos bizcochos salidos de la repostería de la ciudad.

No pocos son los que prefieren consumir la infusión mezclada con leche fresca, a la que se le adjudica singular bouquet, esta según la tradición, puede consumirse fría o caliente, según la etapa del año y preferencia del consumidor.

En la “Punta de Maternillos”, se alza el “Faro Colón” y se dice que no hay un buen torrero que no esté sorbiendo continuamente de esta infusión, trago que sirven a los visitantes foráneos que llegan al lugar.

Así, en cualquier periplo por el ribereño entorno, es usual, encontrar la popular planta, por ello, pocos se resisten a consumirla tal y como la costumbre lo aconseja, por ello, nuestra tradición culinaria, tiene en el tebenque un importante exponente.

ARROZ CON MANGO.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Es usual utilizar la frase “arroz con mango” para identificar un problema, riña, lío o para indicar un hecho o fenómeno que cause gran algarabía. Pero en esta ciudad de la costa norte camagüeyana esta combinación de alimentos tuvo gran arraigo y aún no son pocos los que la disfrutan.

Ocurre que las playas que bordean nuestra ciudad, tuvieron su mayor fomento en las décadas de los 40 y 50 del pasado siglo, y como ahora, era costumbre de los ciudadanos trasladarse hasta ellas, transportando el aseguramiento de comestibles necesarios.

Pero era tradición, preparar para el almuerzo una buena cantidad de arroz amarillo, que debidamente aderezado constituía el deleite de los bañistas, que regresaban del baño de mar con gran apetito para saborear el improvisado menú que se completaba con lascas de mango que cubrían el plato.

Múltiples eran los pregoneros que con sus carretillas repletas de mangos y anoncillos, llevaban la preciada fruta hasta nuestros más arraigados balnearios y allí los ávidos vacacionistas se hacían de la dulce fruta para completar el menú.

Una modalidad especial de arroz que se hacía acompañar de las amarillas rebanadas del fruto, era el elaborado con pescado, que la mayor parte de las veces se convertía en la codicia de los que a la orilla del mar experimentaban un mayor apetito.

Cuentan que una modalidad exclusiva de este tipo de arroz, era el elaborado con el caldo de las cabezas y pertrechas de la “sierra”, pez con sabor exquisito y grasa singular, de los que se freían las ruedas y después de estar bien doradas se introducían en el arroz, que al reposar hacían de este plato un verdadero manjar.

Era una modalidad especial de arroz, que se hacía acompañar de mango , el que se elaboraba teniendo como base la costera “ostión” y la sustancia y el acentillo incomparables que convertían esta combinación en plato anhelado por los lugareños.

Pero lo cierto es que aquí no vale eso de decir “se armó tremendo arroz con mango “para caracterizar algo desagradable, todo lo contrario; entonces y de manera especial en los meses de verano en que coinciden en el anhelado viaje a la playa el arroz y el mango, lo que resta es, como otrora, hacer de esta combinación una agradable opción.

DIMINUTO MANJAR.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

La condición de ciudad costera hace que en nuestra población proliferen tradicionales platos que tienen su base fundamental en los productos del mar, ese es el caso de uno muy especial y de gran arraigo el pasado siglo: la exquisita manjúa.

La manjúa es un pequeño pececillo, abundante en las aguas de la bahía, semitransparente y su longitud aproximada promedio alcanza entre lo cinco y seis centímetros, mientras su diámetro en la parte más ancha apenas mide un centímetro.

Este exquisito y diminuto pez, acostumbra a elaborarse de varias maneras, pero la más usada es consumirlo frito, gustando que muestre un aspecto dorado, punto en el cual adquiere una broncaza textura, similar a la del chicharrón de puerco.

Varias décadas constituyó el “saladito” indispensable para acompañar los tragos del añejo ron que se expendía en nuestros hospedajes y bares, en lo que se ponía en la mesa junto al disfrutado juego de dominó.

Otra manera en que se ingirió por décadas este pececillo en las calles de la ciudad, fue en carritos de fritas que junto a los chicharrones de puerco, las mariquitas de plátano verde y el gustado churro era ofertado en cucuruchos las tostadas manjúas.

El marisco gusta consumirse también en tortilla de huevos; en “ salsa marinera ”, elaborada a base de los más gustados aliños y puré de tomate natural, aderezado con caldo de pescado y en arroz, propiciándoles un especial gusto.

Tal ha sido el arraigo de este plato en la ciudad, que para denominar a modo de dicharacho a una persona muy baja y delgada, acostumbra a decírseles: “tiene menos carne que una manjúa”.

El emblemático plato ha pasado a formar parte de nuestra emblemática tradición culinaria. Hoy muchos añoran saborear este “bocadillo especial”, mientras la mayoría se esfuerza por recuperar la bahía para que, como antaño, se manifieste en mayor medida a las muy codiciadas “manchas de manjúas”.

SUCULENTO CALDO.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

En La cocina de la localidad, está presente gran variedad de platos que combinan lo más enraizado del arte culinario nacional, con la condición de ciudad de pescadores, de ahí, que en este lugar, se concibiera la exquisita “sopa de ajo a la nuevitera”.

Los caldos, heredados fundamentalmente de la cocina española, tienen sus peculiaridades generales, pero este, combina de forma acertada la conocida sopa de ajo, traída desde España, con el carácter marinero de la tradición de cocina de la ciudad.

Su elaboración se basa en la obtención de un fuerte caldo de pescado, obtenido generalmente del hervor de cabezas de chernas, pargos u otras especies de la plataforma, que debidamente colados, originan la base del plato al que se le añaden las masas extraídas de las propias piezas que han sido hervidas.

De antemano se tuesta una cantidad de pequeños cubos de pan de alrededor de 1,5 centímetros por cada uno de sus lados, para lo cual se utiliza una plancha al calor del fogón, pero los más conocedores, aseguran que los tostados en parrilla de carbón son inigualables.

Se prepara un buen aderezo a base de suficiente ajo pilado, que se dora a la candela con aceite vegetal, y cuando están a punto, se le añade al caldo de pescado con las masas obtenidas de el.

Cuando la mezcla rompe el hervor, se pone a punto de sal, se añaden los cubos de pan tostados y se baten uno o más huevos y se añade al caldo, se revuelve constantemente y cuando se precisa que quedan cocinados, se baja de la candela y deja en reposo por unos minutos y se agrega un ají verde y unas hojas de cilantro.

El gustado caldo, se sirve en plato hondo de loza, aunque tradicionalmente era presentado en cazuela de barro y desde entonces, resultó agradable acompañarlo de ensalada de aguacate o platanitos fruta maduros, con lo que no pocos repiten, ante la sobriedad de lo ingerido.

En la ciudad, este plato, cuyo origen se pierde en el tiempo, se elaboró y sirvió por años en la emblemática fonda “El Gato Negro” y su expendio se extendió rápidamente a los hoteles “Pasaje”, “Comercio”, y el popular “Acera de Martí”.

Así, los que peinan canas, recuerdan con añoranza el manjar, que no se resiste a quedar olvidado en el tiempo y varios son los pretextos de las familias nativas para elaborarlo y llevarlo a la mesa, como lo que es, parte de la cultura culinaria de esta ciudad del mar.

EXQUISITO “PASTELÓN”

POr MSc. Ricardo Ferrer Aluija

La pastelería es entendida como la elaboración de alimentos procesados, al que se añaden otros ingredientes como saborizantes y especias, grasas y aceites, huevos, productos lácteos y chocolate o cacao, pero en la ciudad, tradicionalmente se ha confeccionado un tipo especial de pastel que ha pasado a nuestros días como un delicioso “pastelón de pescado”

Los pasteles están constituidos por una masa de harina y manteca en que se envuelve crema o dulce, y a veces carne, fruta o pescado, cociéndose después al horno, constituyendo un especial producto de confitería. Los registros muestran que estos productos se empleaban como ofrenda a los dioses en el antiguo Egipto, cuando el edulcorante empleado fue la miel hasta la introducción del azúcar en la Europa medieval.

El pastelón que acostumbramos a elaborar en esta ciudad de la costa norte del Camagüey, tiene su base en una masa que se elabora a partir de la harina de castilla, debidamente mezclada con un punto de sal, azúcar, grasa y huevo, a la que se añade vino seco o dulce hasta alcanzar la textura deseada.

En nuestro caso, esta mezcla, después de ser amasada, es colocada sobre una bandeja o molde engrasado previamente, creando una capa que permite colocarle encima las masas del exquisito pescado, que posteriormente se cubre con otra capa de la masa de harina, sellada en su orilla presionando un tenedor y a la que se le pasa una brocha embarrada de yema de huevo que le brindará la presencia deseada, al propiciarle un dorado color.

El relleno, generalmente ha sido elaborado a partir de hervir el pescado, obtener de el su masa y añadirle un exquisito sofrito, en el que además del aceite vegetal, no puede faltar el ajo, la cebolla, ají, puré o tomate fresco y perejil, al que acostumbra añadírsele polvo u hojas de laurel.
Este manjar elaborado en la villa, en ocasiones se rellenaba con otros productos del mar como la langosta, el pulpo y de modo muy especial con cangrejos, al que se le extraían las masas y después de realizarles un sabroso aderezo, se colocaba en la masa, adornando su capa superior con pequeñas muelas de este crustáceo junto a vistosos pimientos.

Como ya señalé, el citadino pastel requiere del necesario horneado para la cocción de la masa, y los lugareños distinguían su elaboración por el exquisito olor de brotaba de este. Especialmente eran codiciados los “pastelones de marisco” horneados con carbón vegetal a los que históricamente se les ha atribuido un especial sabor.

Así, como otros elementos que han dejado su huella, llega hasta hoy el muy codiciado “pastelón de pescado” como un importante exponente de la cultura culinaria local, signada siempre por su entorno marinero que ha permitido atribuirle la distinción que sólo le puede brindar un entorno como el de nuestra querida “ciudad del mar”.

EXQUISITAS BOLAS DE MACABÍ.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija

Variados son los platos que históricamente han sido elaborados el la ciudad, teniendo como base principal productos del mar, ese es el caso del macabí del que se elaboran exquisitas “bolas” que son consumidas de diferentes modos por los lugareños y que han dejado su impronta en el arte culinario local.

El macabí es una voz indígena cubana y sirve para designar un pez de cuerpo cilíndrico y con muchas espinas, cuyo nombre científico es albula conorhyncus. Su masa se obtiene al abrir transversalmente el marisco en dos y de sus filetes, con una cuchara que raspa en igual sentido as la disposición de sus espinas., se va obteniendo la muy gustada carne.

Una vez obtenida la masa del pez, se elabora un sazón a base de cebollas, ajos, ají y cilantro, a los que se añade comino, orégano y hojas de laurel, se sofríen en aceite a gusto y se le añade puré de tomate; se deja enfriar el sofrito y frió, se le añade a la carne y se mezcla, agregándole sal a gusto.

Existen múltiples maneras de realizar la cocción de este sabroso plato, pero la mas arraigada consiste en realizar un rico sofrito en una cazuela al que, cuando rompe el hervor, se le añaden las bolas de pescado previamente sazonada, se le agregan una hojas de laurel y se tapan a que cocinen a fuego lento hasta que consuma el líquido y se produzca una gustosa salsa que es utilizada para acompañar las bolas.

Otra muy usada manera de elaborar esta carne, se basa en su previo sazón, como ocurre en el plato anterior, y se envuelve toda la masa en un paño limpio, dándole una forma cilíndrica; con antelación se ha colocado una cazuela con agua al fuego a la que se le ha añadido unas hojas de laurel y algo de sal, cuando rompe el hervor, se introducen los cilindros de macabí, los que se dejan hervir hasta su total cocción.

La masa elaborada y fresca, se pica en rebanadas de un dedo de ancho y son consumidas así de forma natural a las que se les acostumbra a llamar “carne fría” , pero se ha difundido mucho la manera en que se consume cubiertas de una buena salsa o simplemente con un mojo de cebollas blancas,

De las exquisitas bolas de macabí, se tiene referencias desde mediados del siglo XIX, en que eran muy consumidas en ocasiones especiales en que como en la “semana santa”, la costumbre católica imponía la abstinencia de consumir carne de res en esa festividad religiosa.

El degustado plato ha llegado hasta nuestros días con gran arraigo entre los lugareños, que lo consumen con el gusto que se sabe de sentirlo como algo muy suyo y que ha pasado a formar parte de la cultura alimentaria citadina.

CASABE CON SABOR A MAR.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija

No pocos alimentos llegados hasta nuestros días, tienen sus orígenes en las culturas precolombinas que ocuparon nuestras tierras. Ese es el caso del casabe, que generalmente es acompañado de carne de cerdo, pero en la ciudad se arraigó siempre su consumo combinado con productos del mar.

Nuestros ancestrales habitantes de la cultura “taína”, elaboraban el casabe a partir de la “yuca”, que triturada y exprimida era puesta al fuego, en forma de tortas, en un proceso que permitía su secado y tostado. Esta práctica entonces era vinculada a determinadas prácticas religiosas tribales, que atribuían a esta planta poderes especiales.

Los lugareños, siempre han gustado de consumirlo acompañado de mariscos que debidamente elaborados, convierten en un verdadero manjar al singular alimento, convirtiendo su presentación en verdadero arte culinario.

Muchos prefieren consumirlo, después de humedecerlo con agua de sal, acompañado de un buen aporreado de pescado, preferiblemente elaborado a base de las mejores masas extraídas de especies tan significativas como el “pargo”, la “cherna”, “rabirrubia” u otros.

Especial resulta la manera en que el “casabe” es consumido en compañía de un suculento plato elaborado con la masa del “macabí” macerada con los mejores aliños y especies que hacen del plato un verdadero lujo al gusto que este produce en el paladar.

Exquisito es este alimento cuando se acompaña de “minutas de pescado”, elaboradas a partir de la masa de las mejores especies que se manifiestan en nuestra bahía y que después de adobadas a base de sal, ajo y limón, son rebosadas con huevo batido y galleta o pan rallado.

Distinguido es el plato que se acostumbraba a preparar, teniendo como base el “ casabe ”, acompañado de enchilado de langosta, realizado éste al cocinar en buen sazón las masas de varias colas de ese preciado animal, con los más frescos aliños, acompañados de especies secas, entre las que no puede faltar el “ laurel ”.

De esta manera, llega el casabe hasta nuestros días, convirtiéndose en deleite de los que, como los lugareños, saben acompañarlo de otros apetitosos alimentos que lo convierten en algo especial e indispensable en ocasiones como cuando los fines de años completa el plato o entremés que hace de su uso algo deseado y realmente tradicional.

PISOS DE LA CIUDAD.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

El mosaico fue un arte muy desarrollado por los romanos y utilizado con profusión en los edificios bizantinos y en las iglesias italianas. Dado que los materiales empleados en los mosaicos son bastantes resistentes al deterioro, se han conservado con el mismo brillo original gran cantidad de mosaicos antiguos.

La decoración con mosaicos se adapta mejor a grandes superficies planas, en especial a suelos, paredes interiores y muros, bóvedas y techos, aunque también se aplica en paneles pequeños y objetos cotidianos.

En Cuba, desde tiempos de la etapa colonial, se tienen noticias de la fabricación de mosaicos, y en la ciudad su producción se inició en 1918 por Juan Márquez, que instaló a pequeña escala una pequeña fábrica con ese fin, pero no tuvo el éxito esperado.

En 1919, un ex oficial del Ejército Libertador, nombrado José Rodríguez, fundó otra fábrica que tuvo como encargado a Ricardo O’Bryam, que más tarde se desempeñara como alcalde por un periodo de ocho años, éste, en su desempeño en la fábrica obtuvo resultados halagüeños.

Los hermanos Ramón y Miguel Esqué Pau, en 1924 se hicieron cargo de esa industria, a la que dieron el nombre de “La Catalana”, en la que trabajaron con sumo interés, pero la crisis que en esos años sufría el país, hizo declinar el negocio y la fábrica dejó de funcionar.

En 1929, de Ciego de Ávila llegó un hombre muy conocedor de esa industria y estableció una fábrica que tuvo gran aceptación, pero luego el trabajo decayó y fue necesario desmontarla. En lo adelante largo sería hasta nuestros días el ir y venir en la producción de los preciados mosaicos que han servido fundamentalmente de piso a las viviendas de los lugareños.

De este modo, cuando en nuestros días recorremos las añejas calles de la ciudad, en su entorno, se exhiben majestuosas las casonas de principios del siglo pasado con recurrentes pasillos y portalones cubiertos de mosaicos, que pueden haber sido producidos por aquellas primogénitas industrias.

LA BAHIA DE NUEVITAS.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija

El surgimiento geológico de la Bahía de Nuevitas marca su en el mioceno inferior, en el que se originaron margas calizas y arcillas. El relieve alcanza alturas de 10 y 50 metros y niveles de terrazas que datan del holoceno, en medio de la cual se alzan majestuosos tres pequeños islotes llamados “Ballenatos”, debido a la impresión que muestran entre nosotros al vincularlos con esos cetáceos.

Está situada en la costa norte del sector central de la isla de Cuba, en el extremo oriental del archipiélago de Camagüey, el estrecho canal de la Boca la comunica con el océano Atlántico, en el canal Viejo de Bahamas en la provincia de Camagüey. Casi completamente cerrada por el cayo Sabinal, que tiene una extensión de 335.0 kilómetros cuadrados, declarado protegido y en cuyo interior se pueden observar especies endémicas de la flora y la fauna de esta parte de la isla.

La Bahía de Nuevitas, que muestra un largo de 24,8 kilómetros y de ancho 13,5 kilómetros respectivamente. Recibe las aguas de dos ríos importantes: Cascorro y Saramaguacán que atraviesan importantes zonas agrícolas.
El canal de entrada a la bahía, que se extiende desde “La Boca” hasta las zonas de puerto, tiene una profundidad de11, 5 metros, su fondeadero, famoso por sus condiciones de protección, cuentan con 9,7 metros de profundidad, mientras que la zona de muelles, alcanza 7,9 metros en su profundidad.

Su temperatura es superior a los 30 grados centígrados durante los meses de verano con ligeros descensos de hasta 20 grados centígrados en los meses de invierno, predominando las temperaturas altas lo que hace que ella sea propicia para el baño de mar durante todo el año.

La bahía citadina, es clasificada como de bolsa, cerrada en su parte norte por el “Cayo Sabinal” , En su interior se halla la península, en cuya base se localiza la ciudad de igual nombre, y en uno de sus extremos Puerto Tarafa, que divide a la bahía en dos: Mayanabo y El Guincho. La bahía está orlada de áreas bajas y pantanosas al sur y manglares y bosques al norte. Su riqueza natural, tanto en lo que se refiere a fauna como a flora, ha impulsado el turismo.

Nuevitas es el principal puerto de la zona y el quinto de Cuba, y cuenta con la mayor capacidad de almacenaje techado en el país. Posee varias industrias, entre las que destacan la termoeléctrica “10 de Octubre”, el Combinado Químico “Revolución de Octubre” y la Fábrica de Cemento “26 de julio.”.

De este modo, llega hasta nuestros días la Bahía de Nuevitas con sus moradores inmersos en hacer de ese entorno cada vez un lugar más conservado y bello lo que redundará sin dudas en una mayor calidad de vida de su pueblo.

GUINCHO DE ALLA Y DE ACÁ.

POr MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Para los que disfrutamos del radiante sol y la brisa marina que acompañan perennemente a la ciudad, la palabra “Guincho” es muy familiar, toda vez que ella sirve para designar un espacio imprescindible en el eterno verano cubano, pero este no es el único lugar llamado de esta manera.

El parque natural de Sintra-Cascais, al oeste de Portugal se localiza en la región de Lisboa y Valle del Tajo, al noroeste de la ciudad capital, se extiende desde el mar hasta la sierra de Sintra. El paisaje es variado, pues incluye desde los ribazos de Cascais hasta las playas y dunas de “Guincho “, así como los guijarros del macizo eruptivo que forma la sierra. Cubierto de pinares, es muy rico en especies exóticas.

Nuestro “Guincho” se encuentra en la ensenada del mismo nombre y también designa la bahía interior en la que sobresale un saliente de tierra con un discreto acantilado al que se designa como “Punta del Guincho”, el lugar es rico en vegetación endémica entre las que sobresale el esbelto y vigoroso henequén, devenido en uno de los símbolos de la ciudad.

El Cabo de la Roca, está situado en la costa occidental del Portugal continental, marca el extremo occidental del continente europeo. Está limitado por riberas graníticas altas y escarpadas, accidentadas por numerosos arrecifes que manifiestan la elevada fuerza de las olas y señalan el retroceso de la costa que está expuesta al rompiente del oeste y del noroeste y resguarda a la pequeña bahía, “Guincho” , donde se acumularon pequeñas playas de guijarros y las playas arenosas del “ Guincho “.

Muy cera de la citadina “Punta del Guincho”, se conserva por la naturaleza el lugar donde existió una comunidad aborigen agroalfarera y en el que entre 1514 y 1515 se fundó la villa primada de la provincia de Camagüey: la Villa de Santa maría del Puerto del Príncipe.

Pero existe un águila pescadora, que en América Latina también se conoce como águila del mar o sangual que mide unos 60 centímetros, es de color castaño oscuro por el dorso, y blanco con mechas variables en color cobrizo por la parte ventral; tiene la cabeza blanca con manchas pardas en las mejillas, similares a una máscara, significativamente, esta también es llamada “guincho”.

Pero el “Guincho” es orgullo de los lugareños que cada verano concurren a el a recibir las bondades de nuestro clima y disfrutar del inolvidable baño de mar que en este, como en ninguna otra playa interior de la bahía deja en cada vacacionista una huella perdurable y no pocos conservan una gastada caracola recogida del lugar acariciada a menudo, cuando echa a volar la nostalgia por el entrañable lugar.

CELOSÍAS DE LA CIUDAD.

Por MSc.Ricardo Ferrer Aluija

Las primeras tres décadas del pasado siglo XX, aportaron a la arquitectura de la ciudad una proliferación de construcciones de madera, que hacía de ellas verdaderos lugares de deleite para el descanso y el disfrute de la brisa marina el los meses de verano. En su mayoría, contaban con celosías que se integraban a las obras y armonizaban plenamente con el entorno.

Las hermosas celosías citadinas estaban formadas por enrejado de listoncillos que se colocaban en las ventanas, otros huecos análogos y se empleaban con múltiples fines, tanto como lo justificara su ubicación o el toque decorativo distintivo que aportaban.

Es conocido el encanto del arte hispanomusulmán, puesto de manifiesto en este detalle de ventanas, zócalos y otras locaciones adornadas con caprichosas celosías de una vivienda particular u otras construcciones que hacían de ella algo novedoso a la vez que apreciado por los lugareños.

Muchas generaciones recuerdan como el hotel-fonda “El Gato Negro”, en su restauran, ubicado sobre piso de madera, montado en pilotaje sobre el mar, mostraba una agradable u útil celosía que daba al mar y permitía que mientras se deleitaban los exquisitos platos allí elaborados, el aire del mar llegara hasta los comensales que lo agradecían sobremanera.

El “Hotel Perla”, construcción de dos pisos, ubicado a unos pasos de la “Estación del Ferrocarril”, mostraba en su patio central una hermosa glorieta que invitaba al descanso de los que se hospedaban en el, su cubierta se sostenía sobre ocho horcones, entrelazados por una singular celosía que simulaba el más perfecto de los encajes.

En la esquina de las céntricas calles “Máximo Gómez” y “Calixto García” aun permanece una aptísima vivienda de madera que por entonces mostraba airosa dos plantas que hacían de ella algo especial. El portalón que la rodeaba y el pasillo que conducía hasta el comedor y la despensa, estaba revestido de una elegante rejuela de madera.

Incontables domicilios construidos por entonces a la orilla del mar en la “Calle Martí” - antigua “Calle de la Marina” – mostraban en sus sótanos y ventanales proyectados al mar, hermosas y cómodas celosías que las protegían a la vez de permitir a sus moradores regocijarse perennemente junto al aire del mar.

Hoy, esta modesta joya de la arquitectura de inicios del pasado siglo, sigue mostrando su agradable presencia en múltiples decoraciones que se realizan con ella y han dejado su impronta entre, los que como yo, las recuerdan con añoranza al disfrutar una foto de época que las muestras con elegancia sin par.

ANTIGUO COMO LA CIUDAD.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

El asentamiento inicial de la Villa de San Fernando de nuevitas, se remonta al inicio del siglo XIX, y tan antiguo como la ciudad son algunos de sus más representativos barrios, entre los que por su singularidad sobresale el de Canta Rana.

Ubicado junto al litoral, este cubre una superficie de seis manzanas e igual cantidad de cuadras que muestran fachadas cuyos fondos colindan con el borde marino que baña la mayoría de los sótanos que tradicionalmente han servido a los pescadores para varar sus barcos y cobijar sus artes de pesca.

Desde sus inicios, este barrio se caracterizó por mostrar elementos identitarios que siempre hicieron que sus vecinos le tributaran un alto sentido de pertenencia: el juego de dominó, la cultura marinera, la solidaridad y el quehacer laborioso imprimió siempre un sello especial a este conglomerado humano.

Costumbre llegada hasta nuestros días, es el placentero descanso de sus vecinos en los cómodos balances, que en atardeceres llenan sus portales y hacen que allí, mejor que en ningún otro lugar, se deleite la brisa marina, testigo de tertulias que se extienden hasta altas horas de la noche.

Común y familiar ha resultado ver las redes de pescar que tendidas entre los horcones en que descansan los techos de los portales, puestas allí, tal adorno impar, tienen el propósito de permitir su perfecto secado por el ardiente sol que baña estas calles.

Con cariño recuerdan sus pobladores los juegos de pelota contra los barrios vecinos como “La Lata”, “La Loma” y “Pastelillo”, que disputados en su mayoría en los terrenos de “El Guaso”, hacían de cada tiempo de descanso un sano esparcimiento en que participaban la mayoría de sus vecinos.

Lugares destacados de este barrio los fueron: los desaparecidos “Hotel Miramar”, donde hoy se encuentra el parque “Céspedes”; el tostadero de café , la procesadora de henequén , la tenería y la farmacia “La Esperanza”, “única en Canta Rana” y la Capilla de “Nuestra Señora del Carmen”, que se conserva esplendorosa después de su restauración.

Con orgullo, muchos de sus ancestrales moradores exclamaban:” yo soy de Canta Rana, donde canta la rana” y ocurre que por esta zona proliferaba el frío anfibio que se convertía como hoy en temor de muchas de las damas que allí vivían, pero lo cierto es que el barrio citadino dejó su impronta en varias generaciones de lugareños que lo recuerdan con justificada nostalgia.

LA NUEVITAS QUE HEMINGWAY CONOCIÓ.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Ernest Hemingway, americano amigo de Cuba y hombre de mar, dejó su huella a lo largo de nuestras costas, en múltiples periplos recorrió nuestras cayerías, lo que lo vinculó a nuestra ciudad la que conoció, caminó y conoció de la hospitalidad y sencillez de sus moradores.
Entre los meses de julio y octubre de 1934, navegó por la costa norte de la isla, en un crucero con el yate “Pilar” y después de un largo recorrido, vino a echar ancla sobre la ensenada del “Guincho”, en el singular embarcadero de “San Fernando de Nuevitas”.
Muchas veces, el autor de “El Viejo y el Mar “, se alojaba en algunos de los hoteles de la calle “República” en Camagüey, desde donde se disponía a salir para coger el tren que los conduciría a Nuevitas.

La práctica más arraigada en él era quedarse en el paradero de “San Jacinto”, para abordar un pequeño yate con el que, muy temprano en la mañana, cruzaba la bahía, entraba en “La Zanja” para dirigirse a “Boca de Carabelas”. Entre “Cayo Sabinal” y “Cayo Guajaba”, en uno de los ribazos de la entrada del canalizo a pocos metros donde alguien había clavado una cruz a pocos kilómetros del extremo este de “Romano”.
Solía hospedarse en una habitación de grandes ventanales y piso de madera, con espacioso balcón mirando al mar en el hospedaje-restaurante conocido como “El Gato Negro”, famoso por la calidad de los servicios que en el se prestaba y la exquisita comida marinera que en su salón se ofertaba.

En el típico lugar acostumbraba a pedir cangrejos moros, de los que capturaban muy cerca del lugar y masa de cherna, pulpos y camarones, y consumía estofado de carey, ruedas de peto en salsa y escabeche de sierra, pero lo que más le agradaba eran las langostas que “ el Isleño ”, el cocinero se esmeraba en arreglar.
En una o dos ocasiones mas, se hospedó en el “ Hotel Miramar ”, situado por entonces en la calle “ Martí ”, frente al hermoso paseo que se extendía en medio de la vía que le daba acceso y por donde caminó no pocas veces Hemingway.

La taberna de Agustín “ El Tuerto” y el hospedaje de “ La Colombiana ”, eran dos edificaciones casi gemelas, que se extendían sobre pilotajes hacia el mar, con cantina, restaurante y hospedaje y una amplia terraza, expuesta a los rigores de las olas del mar, ambos lugares fueron visitados con frecuencia por “Hemingway ” por los días de la Segunda Guerra Mundial.
Los muelles de “Carrera” fueron escenario de múltiples conversaciones de este hombre, con los pescadores de la ciudad que acudían hasta el lugar para desembarcar su captura y atracar las embarcaciones para emprender una nueva faena.

Ernest Hemingway, solía recorrer desde el embarcadero, la zona de “El Puente” y se le veía por “La Gran Vía”, el “Hotel Comercio”, la fonda de los chinos, la cafetería “El Chorrito”, el cine “Niza”, los billares y el café “El Faro”.
De esta manera, las calles del viejo “San Fernando”, se vieron honradas con la presencia de este amigo de Fidel que no cejó en su empeño de disfrutar nuestro ardiente sol y la sincera amistada de los cubanos, que los nueviteros le supieron mostrar con creces.

BARRIOS DE LA CIUDAD.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija

El barrio es una parte o sección urbana, de extensión relativamente grande, que contiene un agrupamiento social espontáneo y que tiene un carácter peculiar, físico, social, económico o étnico por el que se identifica. Estas peculiaridades están presentes en estas estructuras que han existido y existen en la localidad.

Estos identitarios asentamientos pueden ser históricos: parte antigua de una ciudad; o modernos: los definidos por límites geográficos o urbanísticos, o por su ubicación, en contraste con los históricos; los que coexisten de forma armónica en el pintoresco paisaje citadino.

Los barrios que pudiéramos considerar fundacionales son: “Canta Rana”, “La Loma”, “El Reparto”, “El Comercio”, “Pastelillo”, “La Gloria” , “Número Uno” y “Tarafa”. Además otros pequeños asentamientos que no conformaron barrios propiamente dichos fueron los conocidos como: “Punta de Piedra”, “El Henequén” y “La Pionía”.
“Canta Rana”, se extendió siempre por 12 manzanas comprendidas entre las calles “Martí”. “Agramante”, “Augusto Arango” desde “Joaquín de Agüero” hasta la salida de la ciudad; mientras “El Comercio” ocupaba 14 manzanas desde la calle “Joaquín de Agüero” y su perímetro se extendió siempre por “Sánchez Dolzs”, “Lugareño”, “Calixto García” y “Máximo Gómez” y en él se asentó históricamente el centro comercial de la villa.

“La Loma” se extiende en alrededor de 14 manzanas, en la parte más alta de la ciudad entre las Calles “Augusto Arango” y “Oscar Primelles”; mientras a partir de esta última y hasta la actual calle “Eduardo R. Chivás”, conocida por antaño como calle de “las quintas”, se extendía “El Reparto”.
“Pastelillo”, “La Gloria” y “Número Uno”, siempre fueron los habitados por las personas más humildes de la ciudad y sólo con la revolución han recibido asistencia primaria de salud y se han instalado centros educacionales y otras obras necesarias, mientras “Tarafa” fomentó su población con el desarrollo del puerto de igual nombre.

Otros lugares recibieron designación específica pero no llegaron a constituir barrios por ser áreas dedicadas únicamente al veraneo de foráneos que desde diferentes lugares de la provincia y el país se trasladaban aquí en la etapa estival: “San Jacinto”, “Santa Rita” y “La Colonia”, que después del Triunfo de la Revolución, sus fondos habitacionales fueron puestos en manos del pueblo que reside en este momento en esos lugares.
Nuevos barrios o repartos han surgido en el entorno lugareño a partir de la década de los 60 del pasado siglo: “Reparto INAV”, “Gran Panel”, “Primero de Mayo”, “Microdistritos Ignacio Agramonte 1 y 2”, “El Puente” y “Residencial No.9”, que integrados por nuevas viviendas y edificios multifamiliares, contribuyen a embellecer la ciudad.

Los barrios, algunos ancestrales y otros de más reciente creación, reflejan el quehacer de los que los habitan y forman parte de aquellos elementos que abrazamos en común los que les damos vida para que continúen siendo parte importante de la cotidianeidad convertida también en elemento importante del acerbo cultural.

“TIMBIRICHES” EN LA CIUDAD.

POr MSc. Ricardo Ferrer Aluija

Múltiples han sido las instalaciones creadas en la ciudad a lo largo de su historia, con el fin de establecer la infraestructura necesaria para el expendio de diferentes artículos, entre los que los que han ocupado un lugar especial de aquellos vinculados a la gastronomía y proporcionan un ansiado refrigerio a los transeúntes en medio del caluroso verano, pero ninguno se arraigaron tanto como los “timbiriches”.

Estos pequeños inmuebles, son considerados diminutos mercados, de poco lino, es decir que siempre estuvieron vinculados a las capas sociales más desposeídas que encontraban en esta práctica un “modus vivendis” en medio de la más crítica situación económica que aquí engendró la intervención norteamericana y posterior instauración de la república mediatizada.

Las circunstancias de ciudad marinera, con uno de los mayores puertos del país, junto a las playas que invitan en la etapa estival a disfrutar de sus aguas, condicionaron la aparición y ulterior proliferación en las décadas de los 40 y 50 del pasado siglo de esos pequeños “negocios”, que brindaban a los forasteros y coterráneos los degustados alimentos.

Estos tradicionales sitios, siempre han sido el “lugar ideal” para las más diversas conversaciones entre vecinos y visitantes y lo mismo se comparte el más animado diálogo sobre el último juego de pelota y su equipo ganador, que del fallecido que está expuesto ese día en la funeraria de la ciudad.

Por el carácter de sus propietarios, y por el de sus más asiduos visitantes, los “timbiriches” siempre han sido lugares propicios para que proliferen los más legítimos sentimientos del pueblo. Fueron en el pasado lugares donde se conspiró contra la tiranía de Fulgencio Batista y posteriormente se desarrollaron las más animadas charlas que dieron el apoyo más resuelto a la naciente revolución.

El uso de estos pequeños y modestos espacios, alcanzó su mayor pompa en la segunda mitad del pasado siglo, ubicándose los mismos en los más frecuentados lugares de la ciudad. Las calles “Martí”, “Agramonte”, “Máximo Gómez” y “Calixto garcía”, sobre todo en las esquinas.

Muy famoso resultó el pequeño establecimiento ubicado en la esquina de el puente que en el pasado sirvió para el expendio de de múltiples refrescos y fiambres y llega hasta nuestros días como punto de venta de guarapo. Renombre también alcanzó el denominado “El Chorrito” que desde muy temprano en la mañana, vendía o “fiaba” a los portuarios el esperado primer trago de café en la mañana.

Los “timbiriches” llegan hasta la actualidad como una estampa del pasado que ha dejado su huella en las prácticas comerciales de los lugareños, aportando al entorno citadino una importante tradición en la que se entremezclan las más arraigadas costumbres y la práctica de la oratoria popular ancestralmente vinculada al pueblo y reforzada por el nivel cultural con que la revolución ha dotado a todos los ciudadanos.

PRIMEROS HIDRANTES.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija

Desde la primera mitad del siglo XIX, los lugareños y las autoridades locales, se empeñaron en crear las mejores condiciones para enfrentar los incendios, que aunque esporádicos, se producían en la ciudad, pero siempre el principal reto lo constituyó acercar la fuente de abasto de agua al posible lugar del siniestro, pues entonces, no existían los conductos de agua para el servicio de incendio conocidos como: hidrantes.

A finales de ese siglo, el principal reservorio de agua dulce, lo constituía un aljibe de inmensas proporciones que le hizo granjear el nombre de “aljibe grande”, pero como debemos suponer, en tiempos de sequía, menguaba la cantidad de agua que el era capaz de mantener. De allí, además del agua de mar, se nutrían los que intentaban sofocar un incendio.

Entonces el agua era trasladada en pipas o barriles, en carruajes tirados por caballos, hasta que llegaron los primeros trenes, que en grandes tanques hacían llegar hasta aquí el agua que brotaba de riquísimos manantiales en zonas del “Central Lugareño”, pero siempre era algo inoperante el traslado del agua desde el ferrocarril hasta el lugar del fuego.

En 1952 se iniciaron las obras para el primer acueducto de la ciudad y el 1953 se puso en funcionamiento la muy solicitada obra y con ella se replanteó el asunto y el ayuntamiento colocó el financiamiento necesario con el que fueron adquiridos medio centenar de “hidrantes” en una compañía de “Alabama” en estados unidos y colocados en los puntos vitales de la ciudad.

Aun, cual testigos de aquel tiempo, se conservan algunas de estas conexiones metálicas, que desde entonces, trajeron la posibilidad de conectar a ellos mangueras con diferentes tamaños de acoples, lo que permitió alcanzar una mayor eficiencia en el enfrentamiento a los incendios urbanos.

Estos aditamentos que sirven de conductores de agua, fueron colocados en las más céntricas esquinas de la ciudad, priorizando siempre las calles más populosas, de mayor nivel de construcciones y por tanto más proclives a la incidencia de incendios, lo que hizo aparecer estos guardianes en el entorno urbano.

Significativos fueron los colocados en las calles “José Martí”, “Ignacio Agramante”, “Calixto García”, “Máximo Gómez”, “Augusto Arango” y “Oscar Primelles”, muchos de los cuales aun se encuentran aptos para cumplir la función para la que fueron colocados en la lejana década de lo 50 del pasado siglo XX.

Ahora, cuando ganamos conciencia en la necesidad de prevenir los incendios contamos con las más novedosas técnicas para sofocar estos siniestros, miramos con admiración aquellos “hidrantes” que sin dudas fueron un buen empeño para defender a los coterráneos de las secuelas de tan peligroso fenómeno: el fuego.

Peculiar Callejón.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija

Diversos son los lugares de la villa que han pasado a la posteridad por su popularidad o por haber signado nuestras costumbres, ese es el caso de un notorio callejón que desde tiempos ancestrales es nombrado “Callejón de los Guapos”.

De la citadina vía, ubicada de forma paralela a la línea del ferrocarril, pasado el puente sobre este, y en el populoso “Barrio de Pastelillo”, cuenta con varias cuadras, y se tiene referencia de ella, desde mediados del siglo XIX, cuando allí se asentaron las familias más humildes de la ciudad, que laboraron en la construcción del “camino de hierro”.

Cuentan que por entonces esta área no contaba con custodia de ninguna institución armada, lo que hizo que los vecinos del incipiente camino se las agenciaran de diferentes maneras para protegerse de los que pretendían, con sus embustes, apropiarse de sus pertenencias.

En ese colectivo, surgió la idea de exhibir a viva voz por todo el pueblo, sus donaires de guapetones, y entre sí simulaban pleitos que terminaban a puñetazos. A seguidas, repetían por doquier que en “el Callejón de los Guapos” habían vencido a duros contrincantes.

En tiempos de la república mediatizada, este apelativo les sirvió para que, en alguna medida, se les respetara, pues sus moradores, la mayoría trabajadores entonces del “Puerto de Tarafa”, más era el tiempo que no tenían trabajo que el que laboraban, por ello solicitaban se les “vendiera fiado” los alimentos en las bodegas, pero no pocos dueños ofrecían resistencia, pero si era alguien del “Callejón de los Guapos”, entonces se les fiaba sin reparo.

Esta popular vía, también nombrada “Primer Callejón de Pastelillo”, hoy continúa con la vitalidad de entonces y sus moradores tienen gran sentido de pertenencia por el lugar, en el que como entonces, proliferan los juegos de dominó y se intercambia entre sus vecinos cual más típica barriada cubana.

Así este camino urbano ha dejado su huella entre los nueviteros, que lo recuerdan con añoranza y se disponen a compartir con sus moradores momentos de sana distracción y esparcimiento, sabiéndose herederos de los lugareños que siempre miraron con respeto y cariño el peculiar callejón.

CIUDAD DE LOMAS.

Diferentes son las peculiaridades que caracterizan a una ciudad, pero la nuestra, además de por su bahía, su privilegiada vista a “Los Ballenatos”, y su entorno industrial, es identificada por las empinadas lomas que adornan el entorno urbano y se extienden de un extremo a otro de la villa.

Como es conocido, las lomas son alturas pequeñas y prolongadas que en nuestro caso, son atravesadas por varias de nuestras más populosas arterias viales, lo que no beneficia la circulación por ellas de los tradicionales y muy utilizados coches de caballo, que como a la usanza de antaño se emplean únicamente en las planicies inferior y superior de la urbe.

Las más transitadas calles que franquean las lomas de la ciudad son:”Lugareño”, “Camilo Cienfuegos”, “Calixto García”, “Antonio Maceo”, “Joaquín de Agüero”, “Céspedes”, “Narciso López”, “José Antonio Saco”, “Salvador Medrano”, “Enrique Vázquez” y “Albaiza”; del mismo modo que lo hace la calle “Colón”, en el reparto Pastelillo.

Entre las que tienen más prolongada pendiente se encuentran: “Calixto García” , que atraviesa la ciudad desde la popular “Acera de Martí” hasta salvar las alturas del parque “Camilo Cienfuegos”, conocido antes de la revolución como “Plantel Tarafa”; “Antonio Maceo” que naciendo igualmente en citadino paseo, toma su altura máxima en su intercepción con la calle “Máximo Gómez”, conocida por convertirse en cada año en célebre trocha del carnaval.

Son relevantes también:“Joaquín de Agüero”, que nacida desde la orilla del mar, alcanza su mayor altitud en la sombra de una añeja “ceiba” que adorna de manera sin par el Parque central “Salvador Cisneros Betancourt”; así mismo, paralela a ella se ubican las calles “Céspedes”, y “Narciso López”, también sofocantes para subirlas caminando.

Sin dudas, la más singular de las lomas citadinas, la constituye la que lleva por nombre “Enrique Vázquez” y que decorada con un sinnúmero de escalones va desde el frente de los astilleros, donde inicia la calle “Martí”, hasta el punto más alto de la ciudad donde se ubica un gigante tanque de agua, desde el cual el viejo acueducto hacía llegar el agua por gravedad a las viviendas de los lugareños.

Pero las lomas de mi ciudad, son más que eso, constituyen parte inseparable de nuestra saboreada cotidianeidad, forman parte de aquello que nos pertenece e identifica. Muchos desde lejos las añoran, mientras nosotros no sabríamos disfrutar de un paseo sin el ir y venir, loma arriba o loma abajo por las calles del viejo San Fernando, rejuvenecido continuamente con el aporte emprendedor de sus mejores hijos.

NUEVITAS EN VIRIL RESPUESTA DE MARTÍ.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Con muy corta edad había sufrido Martí “los horrores del presidio político”, y su consecuente actitud independentista, condicionó su primera deportación a España en lo que se convirtió en un importante momento de su vida. De ahí se trasladó a México donde escribió múltiples artículos en uno de los cuáles hizo referencia a Nuevitas.

Había escrito en “La Revista Universal” de México el 21 de mayo de 1875 , un artículo en el que refería la manera en que los que combatían por la libertad en los campos de Cuba, se entregaban a la causa de la emancipación y destacaba cuanto se avanzaba en el empeño por ver la isla libre.

Ante aquella circulación, la publicación española “La Colonia”, publicó un texto en el que versaba lo siguiente: “Pretendiendo abrumarnos con su inagotable vena y vengarse de la bromita que le hemos dado, dice nuestro colega, que los españoles han cometido crímenes en Cuba ya que los cubanos insurrectos han hecho un prodigio defendiéndose contra España”.

La respuesta de nuestro Héroe nacional no se hizo esperar, al repostar: “No escribí yo el suelto aludido en tono de chiste, completamente ajeno a mí. Al proponer “La Colonia” exageradas indemnizaciones del gobierno español a los cubanos, escribí que aún me parecían pocas, si con ellas había de pagar cada indio muerto de la rasa primitiva absoluta y radicalmente extinguida en los primeros años de la conquista…”

En el referido artículo, refiriéndose al estoicismo de nuestros mambises escribió: “…mal que pese a La Colonia Ya tienen con Jamaica comunicaciones frecuentes…ya tienen alimentos suficientes para caer sobre la trocha, pasarla una vez más, ir más allá, entrar en Sagua, en Trinidad, en Remedios, en Nuevitas, en Cienfuegos, ir más allá todavía, amenazar las haciendas de Colón, y tocar con el pomo de sus machetes a las puertas mismas de La Habana. -Así lo dice el general Valmaseda, Capitán General de la Isla, y Jefe de In campaña contra la revolución.

Martí, al enumerar en su texto algunas importantes plazas en la “Guerra de los Diez Años”, entre las que cita a Nuevitas, con su autorizada mención, resalta la prominencia de la localidad en el contexto de las acciones de las fuerzas beligerantes en la contienda.

El Apóstol de la independencia cubana concluye su artículo con una aseveración viril: “Está contestada ‘La Colonia’ ” , en ella la ciudad se honra en aparecer a la vista del Maestro como importante eslabón en la consecución de la ansiada independencia.

NUEVITAS EN UNA CARTA DE MARTÍ A GÓMEZ.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

A sólo unos meses del inicio de la “guerra necesaria”, y cuando se ultimaban en la isla los preparativos para el alzamiento, Martí escribió a Máximo Gómez para darle a conocer su satisfacción por la manera en que en Cuba se preparaban los patriotas para la venidera contienda, en ella, menciona la labor que desarrollada con ese fin el presidente del ferrocarril de Nuevitas.

En la misiva, fechada en Nueva York el 24 de septiembre de 1894, escribía: “Jamás creo haberle escrito con la tranquilidad y el gozo de hoy… Tengo delante de mí: la comisión de Oriente de que es portador, con la carta de Vd., Francisco Rodríguez: la que puedo considerar como comisión del Camagüey, por lo representativo de los hombres, y el mensaje de vuelta que llevan…”

Continuaba apuntando: “La Comisión de Rodríguez llegó en el propicio momento en que, por si, y como portador del sentimiento dominante y decidido de cuanto hay hoy de solidez e influjo en el Camagüey, acababa de verme, en conversación que duró varios días, el señor Elpidio Marín, hombre rico y puro…”

Para hacer constar su impresión sobre la decisión de los camagüeyanos escribió: “ El Camagüey quiere la guerra, y la quiere ahora, si las demás comarcas, en mucho – o en poco- se levantan con él. No se levantará antes que las demás; ni dejará de levantarse con ellas. “

Lo interesante de la carta y lo que la vincula a la ciudad está en el siguiente párrafo: “. Marín, que es persona de mucho respeto y caudal y el presidente actual del ferrocarril de Nuevitas, con ingenio y otros negocios de monta. ni pide tiempo, ni vacila: según él … el Camagüey no necesita ninguna preparación. “Ya estamos suficientemente preparados: lo que necesitamos saber es lo que ya sabemos: lo único que se temía era que nos quedáramos solos”. Vuelve Marín enseguida, a estar allá al romper. aunque la ruda cistitis que padece le impida al principio tal vez salir al campo: quiere estar allí para echar gente y ayudar a decidir.”

Al concluir la correspondencia a Gómez y conocer de Marín y el resto de los revolucionarios la decisión de luchar por la independencia, Martí escribió: “Empezamos con juicio, con pericia; con amor, y con el entusiasmo y compañía de la verdadera gloria. Ya Vd. sabe lo que quedo haciendo, con qué cuidado, con qué sigilo, con qué agonías. ¿ A qué sacarlo del contento y atención, y de la melancolía, profunda, de estas ultimas horas? “

De esta manera y por la labor desarrollada a favor de la lucha por la independencia por el entonces presidente del ferrocarril de Nuevitas, Elpidio Marín, quedó a la posteridad, vinculada la ciudad y su ferrocarril a nuestras gestas emancipadoras.

NUEVITAS EN PRÓLOGO ESCRITO POR MARTÍ.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Mientras José Martí se encontraba en el exilio en los avatares de la preparación del inminente reinicio de nuestras guerras de independencia, múltiples fueron las publicaciones que salieron de su pluma en las que reflejó el quehacer revolucionario, en una de ellas, dedicada a un acercamiento a los que compusieron y escribieron durante la contienda hizo referencia a nuevitas.

Era el año 1893 y transcurrían los días del “Apóstol” en Nueva York, y en el periódico “Patria” vio la luz el prólogo al libro “Poetas de la Guerra”, que salido de la singular escritura del maestro, recorría la composición literaria en los días de la guerra, en el se vio reflejada la presencia citadina.

En su prólogo escribió: “. 0 se está en familia, entre Barrancos y Guerras, contando cómo se vivía, en terror y orgullo, por los primeros años de la revolución, y pinta Benjamín Guerra, que ya a los doce años era caballero de la libertad en nuestros montes, el modo con que volvió al rancho libre el abuelo de la casa’ .-tenía el viejo a Nuevitas por cárcel, y para que le viese la humillación el pueblo entero, le hacían subir todos los días la loma del gobernador a la pobre barba blanca… “

A seguida apuntaba: “José de Armas fue, cuando la visita de arreglos, y dieron al abuelo permiso de volver a su familia: a caballo, loco, venía el niño a saber novedades, cuando divisó al anciano, torció jáquima y voló a decir al rancho la felicidad: de la puerta del rancho salía a poco la familia entera, con los hijos alrededor de la abuelita, y el sol sobre el grupo, y en las manos de la abuela la bandera cubana: el viejo, al verla, se quitó el sombrero, se mezo la barba blanca, y rompió en una décima, mala y sublime, que empezaba así:
Esa bandera adorada
que llena mi corazón
de placer, satisfacción,
al verla en tu mano amada. . .”

El escrito de José Martí pasó a la posteridad como una de sus más singulares obras literarias, en las que hace referencia a la ciudad de Nuevitas, como una importante plaza en la que la colonia española concentraba sus fuerzas para arremeter contra los que luchaban por la independencia de la patria.

En su prologo al libro al libro, el “Apóstol” narra lo que Benjamín Guerra le contó de Nuevitas y lo triste que le resultó ver al abuelo bajo el despiadado castigo de las autoridades españolas que se desempeñaban por entonces en la ciudad , en la que se luchó incansablemente en toda la contienda.

SIMBÓLICO EDIFICIO.

Por Ricardo Ferrer Aluija

Entre los edificios con que cuenta el centro histórico de la ciudad figura el que sirve de sede a la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, que ocupa la céntrica esquina de las calles “Camilo Cienfuegos” y “Oscar Primelles” en la que se divisa, desde esa privilegiada posición, el parque y la escuela que se ubican frente a él.

Más de treinta años habían transcurrido desde la culminación de nuestras Guerras de Independencia y en medio de las nuevas condiciones de neocolonia de los Estados Unidos, los veteranos que lucharon en aquellas gestas, no contaban con un local adecuado para reunirse e intercambiar sobre las luchas pasadas y los nuevos retos.

El Coronel José Miguel Tarafa, que había luchado en las contiendas emancipadoras y luego ocupó una privilegiada posición en la colonia con fachada de república iniciada en 1902, financió la construcción del nuevo local que quedó inaugurado el 8 de agosto de 1930, a las 10 de la mañana en un acto efectuado en el propio local.

El edificio, de amplia fachada y techo monolítico, cuenta con columnas cuadradas coronadas por capiteles, y destaca en ella su amplia puerta frontal y las ventanas de dos hojas que rodean el edificio y hacen que por él circule la brisa proveniente de sus alrededores.

El 7 de enero de 1931 tomo posesión la directiva electa en el mes de enero del propio año. A partir de entonces el edificio ha tenido una vida activa y ha aglutinado en él a los que en el siglo XIX lucharon por nuestra soberanía e independencia, y los que en las gestas más recientes combatieron por la definitiva liberación de nuestro pueblo.

No fue hasta el triunfo de la Revolución que el lugar adquiere su más amplia significación, al servir de baluarte a todas las generaciones de combatientes que entregaron parte de sus vidas por una sociedad más justa y digna; y los que más recientemente han cumplido honrosas misiones internacionalistas en los más apartados rincones del mundo.

En este lugar se reúnen con frecuencia varias generaciones de revolucionarios unidos por un mismo fin: defender la Patria, la Revolución y nuestro Socialismo, y es de destacar su vinculación con niños y jóvenes, a los que los protagonistas de disímiles hazañas les narran sus experiencias en el duro bregar del combatiente.

De esta forma el hermoso edificio llega hasta nuestros días, como un símbolo de la tradición de lucha de los nueviteros, dispuestos siempre a cumplir con los más sagrados deberes con la tierra que los vio nacer y con la humanidad toda, porque como dijera Nuestro Héroe Nacional José Martí: “Patria es Humanidad”.

VALIENTES COMUNICANTES MAMBISES.

POr MSc. Ricardo Ferre Aluija.

Entre la legión de hombres y mujeres que de forma valiente y desafiando al enemigo en sus propias entrañas, prestaron un indispensable servicio a la revolución, incluso al costo de sus vidas, ocuparon un destacado lugar “los comunicantes”, que en el Camagüey desempeñaron un importante rol y estuvieron en múltiples oportunidades vinculados a nuestra ciudad.

Desde 1868 que los cubanos luchaban por Cuba libre, contaron siempre con un cuerpo auxiliar que trabajaba dentro de las ciudades, encargados de suministrar noticias confidenciales respecto a los movimientos de las tropas, envío de correspondencia, medicinas, ropas y otras tareas, que prestó una ayuda extraordinaria en las guerras por la independencia.
Generalmente los “comunicantes” trabajaban agrupados en clubes bajo la dirección de un jefe y sus integrantes adoptaban diferentes seudónimos que le permitían la necesaria compartimentación de la información, estos en la provincia asumieron el nombre de “Clubes Auxiliares de la Revolución”.

En la capital provincial en la Guerra de los Diez Años funcionó un club con este fin denominado “Hatuey”, el que era presidido por Carlos Gouraige, que poseía un depósito de pieles y se trasladaba a menudo a Nuevitas con el fin de comprar este artículo, mientras realizaba la arriesgada empresa de esconder dentro de su carga la correspondencia que salía en vapor hacia La Habana, lo que permitió mantenerse siempre en comunicación con otros jefes insurrectos.

Servicios muy valiosos prestó también en esta actividad Manuel Casares Cervantes, persona muy querida por los lugareños, por la labor que desarrollaba en el mantenimiento de la correspondencia a través del puerto, el, tenía un importante puesto de confianza y ostentaba el grado de grado de Comandante de los Comunicantes expedido por el Generalísimo Máximo Gómez Báez.

En una oportunidad un telegrafista denunció a Casares, lo que le obligó a salir de la ciudad al campo, donde se distinguió más tarde, lo que le hizo acreedor al cargo de Teniente Coronel Gobernador del Distrito Este de la provincia, fundando en este talleres, periódico y materializó otras tareas necesarias para el combate a las fuerza coloniales españolas.
Esta ocupación se extendió por el resto de la contienda y se vio reforzada en “la Guerra Necesaria” de 1895, después que José Martí fundara el Partido Revolucionario Cubano, entonces por lo general aprovechaban la noche, cuando llevaban los “paquetes” a casas de determinadas personas, quienes los colocaban en la basura, mientras un revolucionario a caballo pasaba de por la madrugada a recogerla y hacerla llegar al próximo destino.
Muchísimas páginas pudieran llenarse con los nombres de los comunicantes, porque muchos fueron los lugareños que colaboraron con la causa de la revolución desde esta importante misión, la que se cumplía generalmente de forma anónima, pero baste defender la independencia alcanzada para rendirles tributo permanente.

TOMA DE NUEVITAS

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

En la memoria de los nueviteros, está muy arraigada la figura del Generalísimo Máximo Gómez Báez, aquel valiente dominicano, internacionalista que dedicó toda su vida a luchar por la independencia de Cuba, es oportuno narrar su más relevante vínculo con nuestra ciudad, ocurrido el 24 de agosto de 1873, cuando tomó a Nuevitas por asalto.

Transcurrían los difíciles días en que las fuerzas mambisas llevaban adelante nuestra primera guerra de independencia, y en todo el territorio del Centro y Oriente del país se libraba una intensa lucha por hacer que Cuba obtuviera su total y definitiva independencia.

Concluida la primera fase de la campaña de verano, de inmediato comenzó a ejecutarse el segundo movimiento táctico con el objetivo de atacar poblaciones. Múltiples sería los proyectos de asaltos que en diferentes puntos de la geografía de nuestra isla se llevarían adelante. Nuevitas sería el primer gran golpe.

Casi 24 horas antes del ataque a Nuevitas, el Teniente Coronel Martín Castillo, informó a Gómez sobre el estado de la ciudad y la línea férrea. Aunque definió la situación sin novedad, un tren había arribado e ignoraba si condujo refuerzos. No obstante Gómez, continuó su plan de asalto que consistió en la organización de dos columnas, la primera marcharía por la entrada principal y la segunda por el sur. Mientras, la caballería ocuparía el camino de hierro para rechazar cualquier refuerzo.

A las 3 de la mañana los insurrectos comenzaron el asalto. Al funcionar la sorpresa, la guarnición y demás tropas dislocadas en el pueblo, se concentraron en los fuertes. Las cuatro cañoneras y el vapor Neptuno, anclados en la Bahía, no pudieron evitar que por una hora y media, los mambises se abastecieran a su libre arbitrio. Terminada la misión, se retiraron sin dificultades. En el fragor del combate, las fuerzas cubanas, registraron dos muertos y cinco heridos.

En su diario de campaña, releído por los cubanos con renovado interés este año de conmemoración, Gómez señalaría: “...el enemigo resiste poco, se repliega a sus fuertes, hace fuego sin resultados...se recogió un rico botín; algunas armas y parque – me retiro sin novedad”.

Había conocido el insigne mambí como los nueviteros de entonces apoyaron la acción, lo que contribuyó sin dudas al éxito alcanzado lo que pasó a la historia como el más relevante vínculo de Máximo Gómez Báez con este territorio de la costa norte de la provincia de Camagüey.

MACEO EN NUEVITAS

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija

Había transcurrido una década de dura contienda en los campos de batalla de la Cuba irredenta, sin que se obtuviera el resultado esperado de la independencia necesaria. Eran los días de la paz del “Zanjón”, ante la que se empinaba la más viril actitud de un mulato cubano, que se enfrentara al alto mando español, representado por Arsenio Martínez Campos en la inmortal “Protesta de Baraguá”,el 15 de marzo de 1878.

Antonio Maceo y Grajales, del que conmemoramos este año el aniversario 161 de su natalicio, en los difíciles días del exilio, conoció como pocos, el sentido patriótico y revolucionario de los pobladores de esta localidad. Por entonces, de manera callada, se preparaba la guerra necesaria que dirigiría el más genial de los cubanos: Martí. .

El Titán de Bronce el 2 de febrero de 1890 hizo en Nuevitas una histórica escala en el vapor “Manuelita”, procedente de Gibara, después de visitar Jamaica y Santiago de Cuba; su estancia aquí fue ruidosa. Alguien dio la noticia de quien estaba a bordo y jóvenes y campesinos a porfía se disputaron el honor de saludarlo.

Una sana y emocionante alegría ponía una nota patriótica de franco optimismo entre aquellos hombres y mujeres del pueblo, que veían en el héroe cubano la aurora de la liberación próxima. Algunos, iniciados ya en los trabajos de propaganda, confesaron a Maceo que la propaganda derrotista alimentada por los españoles desde la capital provincial, negando que hubiese dentro o fuera de la isla que se ocupara de la independencia, se destruía al conjuro de su presencia, y ahora, al verle y escuchar de sus labios, la decisión de reiniciar la lucha, se marchaban plenos de fe y dispuestos a secundarlo.

Maceo les declaró que su vuelta a Cuba no obedecía a otro propósito que el de poner en marcha el movimiento revolucionario. A los más probados que fueron a verle, les hizo portadores de mensajes para el Marqués de Santa Lucía, Emilio Luaces y los Mora y otros camagüeyanos, con el objetivo de que estuvieran avisados y que pudieran prestar su valiosa cooperación.

Esto pudo ocurrir sólo en una ciudad cuyo pueblo estaba plenamente identificado con la causa revolucionaria. De esta manera, quedaría para siempre vinculado con nuestro territorio el “ Titán de Bronce ”, quien dejó escrito con valentía y su sangre, algunas de las más gloriosas páginas de nuestra histórica por la total independencia de nuestro país.

LA CIUDAD Y UN INSIGNE MAMBI CAMAGÜEYANO.

POr MSc. Ricardo Ferrer Aluija

Siguiendo las huellas de su padre el comandante Enrique Loynaz Arteaga, ingresó muy joven Enrique Loynaz del Castillo en las filas revolucionarias y ya en 1892 fue miembro destacado del Partido Revolucionario Cubano, vinculándose en la historia local de forma muy destacada.

Prestó un importante servicio a favor de la independencia al pasar por la Aduana de Nuevitas el 30 de marzo de 1894, 48 000 cápsulas y 200 fusiles que por órdenes de nuestro Héroe Nacional José Martí puso a disposición del Presidente del Comité Revolucionario de Camagüey Doctor Emilio Luaces.

Al enterarse un rico industrial camagüeyano del hecho, sabiéndose perjudicado por la Guerra de Independencia, el hecho fue puesto en conocimiento del General Gasco, quien le concedió sólo unas horas al insigne mambí para que abandonara el país, cuestión que narró concluida la guerra.

Con ayuda del conductor del tren de Nuevitas a Camagüey, Pablo Manrique, y la cooperación de Elpidio Marín y de su padre, pudo huir en el tren de carga hasta esta ciudad y después dirigirse al lugar conocido como “Punta de Prácticos” el 8 de abril de el propio año, embarcándose en el vapor alemán “Arlet”, llegando a Nueva York el día 15 de ese mes.

Martí lo hospedó en su casa en aquella ciudad norteamericana y no se sintió desanimado por el fracaso involuntario de Loynaz, pero como la Legación Española lo perseguía judicialmente, nuestro Apóstol determinó que embarcara a Costa Rica, enviándole cartas al gobierno de dicha nación y a Antonio Maceo.

En 1895 junto al Héroe Nacional de la independencia de Cuba, Mayía Rodríguez, Enrique Collazo y Charles Hernández, organizó la frustrada expedición de “Fernandina” y en febrero del propio año cuando se disponía a venir en una pequeña expedición hasta la provincia, fue incorporado con sus 40 fusiles y parque a la de los generales Serafín Sánchez y Carlos Rolof, en cuya compañía desembarcó en “Punta de Caney”, junto a Tunas de Zaza el 24 de julio de 1895.

Fue designado delegado a la Asamblea Constituyente de Jimaguayú por el Camagüey y se le atribuye el alto mérito de redactar el Acta de Independencia que como preámbulo precedió el articulado de esa constitución.

Este destacado general, no quiso ocupar cargo alguno bajo la ocupación militar norteamericana, lo que le hizo ganar el reconocimiento de su pueblo, que como los lugareños, vemos en él al hombre consecuente y de acción que lo entregó todo a cambio de la independencia y quedó inmortalizado en la historia vinculado a la ciudad de Nuevitas.

BRAVURAS DE UN GENERAL MAMBI EN LA CERCANÍA DE NUEVITAS.

POr MSc. Ricardo Ferrer Aluija

Varias fueron las hazañas llevadas a cabo en las cercanías de la ciudad por los mambises que valientemente lucharon en nuestras Guerras por la Independencia. Ese es el caso del insigne general camagüeyano Ángel del Castillo Agramonte, que con su hidalguía burló a la soldadesca española cerca de aquí.

El 4 de noviembre de 1868 fue entre los primeros en lanzarse al campo de batalla en la comarca citadina. Se dirigió a “Las Clavellinas”, a orillas del río “Samaraguacán”, asistiendo a la famosa entrevista que presidió entonces el Marqués de Santa Lucía y en la que se trataron importantes temas vinculadas a las acciones insurrectas en la comarca.

Posteriormente partió a su ingenio “Santa Isabel”, por entonces perteneciente a demarcación de Nuevitas, lugar en el que realizó un acto que puso de manifiesto su nobleza de ideales revolucionarios: dio la libertad a sus esclavos, partiendo inmediatamente a los ingenios “Monte Oscuro” y “La Unión”, propiedad de sus hermanos, devolviendo también allí la libertad a los esclavos que trabajaban en la producción azucarera.

Cuando regresó con un puñado de hombres que lo acompañaban, se enteró que por el camino que conducía a esta ciudad de la costa norte, se acercaba una columna de tropas coloniales, mandada por el Conde Balmaseda y uniéndose a las fuerzas de Augusto Arango, preparó una emboscada en la que derrotó a los adversarios, haciéndolos retirarse por el camino que conducía de “San Miguel” a Nuevitas.

No conforme aun con ese enfrentamiento a las huestes españolas, siguió a las tropas, sosteniendo tiroteos en el sitio llamado “El Cercado”, así como en el propio ingenio “Santa Isabel” y por último en el propio poblado de “San Miguel de Nuevitas”.

Por su entereza puesta de manifiesto en cada contienda, se ganó el respeto y admiración de sus compañeros, causas por las cuales fue designado para ocupar importantes responsabilidades entre las tropas insurrectas en Las Villas y Ciego de Ávila, lugar donde entregó su vida generosa y ante la inminente muerte exclamó: “vengan a ver como muere peleando un general cubano”, lo que desmoralizó a las tropas españolas.

El general “del Castillo” no pudo ver el triunfo de las tropas que tantos años lucharon por nuestra independencia y que abandonando posiciones aristocráticas de la época, se lanzaron al combate por conquistar una verdadera emancipación, pero los que vivimos en esta provincia y de modo especial los nueviteros, le rendimos tributo perpetuo con la obra cotidiana continuadora de la emprendida por ellos

NUEVITAS Y LAS PREFECTURAS MAMBISAS: GUERRA DE 1895.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Para llevar adelante la Guerra de 1898 a 1895, los independentistas cubanos, recogiendo las experiencias obtenidas de la Guerra de los Diez Años, emplearon similares procedimientos organizativos en la creación y funcionamiento del sistema de prefecturas, también vinculadas indisolublemente en esta etapa a la ciudad.

Por entonces la provincia de Camagüey tenía como límites: al este la provincia de Oriente y por el oeste la línea que arrancaba en el norte por “Laguna Banca”, pasaba por los esteros de Morón y por Ciego de Ávila, seguía por la línea férrea hasta el Júcaro en la costa sur.
La provincia se encontraba dividida en dos distritos, a saber: Nuevitas o del Este y Ciego de Ávila o del Oeste y en ella actuaba el tercer cuerpo del Ejército Libertador, el que contó con dos divisiones y cuatro brigadas. La primera división al este con las brigadas al noreste, sobre el río Jobabo y Nuevitas y otra brigada al sureste.

El Distrito Este (Nuevitas), tenía por límites: por el norte la costa desde el río Salado, en el puerto de Nuevas Grandes, hasta La Guanaja. Por el sur, la costa desde el río Jobabo, hasta el embarcadero de Santa Cruz. Por el este, el río Salado, Cabreras y el río Jobabo y por el oeste el Camino Real de La Guanaja a Puerto Príncipe y de allí a Santa Cruz.
Nueve prefecturas conformaron el distrito: Blancas, Nuevas Grandes, Guáimaro, Guayabal, Santa Cruz, Méndez, Guaimarillo, Sibanicú y Najasa las que a su vez contaban con varias subprefecturas. El servicio postal contaba con 44 casas de postas y 68 postillones.
En esta demarcación se organizaron talleres de zapatería, talabartería, herrería, platería, carpintería y otros en La Veguita, Hungría, Río Nuevo, San Diego de Chorrillo, El Jagüey, Guanayú, Santa Cruz y San Francisco; además se crearon las siguientes tenerías: La Esperanza, San Bartola, Las Gordas, Caobillas, San Juan de Dios, Sevilla y las Dos Bocas, y se creó un activo servicio de inspección de costas en Tana, Sevilla, El Hato, Junco, Manopla, José, Jaguado y Playuela.

Las prefecturas contaron con las siguientes subprefecturas: Prefectura de Guayabal: San Juan de Dios, Sevilla, Yaquimo y Sumidaro. Prefectura Guaimarillo: Berrocal, El Pilar, Guanabo y Cabaiguán. Prefectura Santa Cruz: Carrasco, San Juan, Cacaotal, Caridad, Guaicanamar, Los Naranjos y Arroyo Blanco. Prefectura Guáimaro: Santa Gertrudis, Las Gordas, La Rosalía, Cabilla y Cuya de Tana. Prefectura Blanca: La Deseada, Monteoscuro, El Salado, Nuevas Grandes. Prefectura de Najasa: Limones, El Desique, Guananí, El Ciego y Pilón.
En el primer semestre de 1896, fungió como teniente gobernador del distrito Melchor Loret de Mola, quien en julio de ese año fue promovido a gobernador de la provincia, siendo relevado por Pedro Mendoza y a partir de enero de 1897 y hasta finalizar la guerra, ocupó el cargo Manuel Casares.
El servicio de inspección en la costa norte estaba integrado por un inspector, un subinspector y 25 vigilantes; también contó con un jefe y un práctico para la línea férrea. Así se insertó la ciudad de Nuevitas en la Guerra del 95 como un eslabón muy importante en el gobierno de la República en Armas.