lunes, 28 de junio de 2010

CELOSÍAS DE LA CIUDAD.

Por MSc.Ricardo Ferrer Aluija

Las primeras tres décadas del pasado siglo XX, aportaron a la arquitectura de la ciudad una proliferación de construcciones de madera, que hacía de ellas verdaderos lugares de deleite para el descanso y el disfrute de la brisa marina el los meses de verano. En su mayoría, contaban con celosías que se integraban a las obras y armonizaban plenamente con el entorno.

Las hermosas celosías citadinas estaban formadas por enrejado de listoncillos que se colocaban en las ventanas, otros huecos análogos y se empleaban con múltiples fines, tanto como lo justificara su ubicación o el toque decorativo distintivo que aportaban.

Es conocido el encanto del arte hispanomusulmán, puesto de manifiesto en este detalle de ventanas, zócalos y otras locaciones adornadas con caprichosas celosías de una vivienda particular u otras construcciones que hacían de ella algo novedoso a la vez que apreciado por los lugareños.

Muchas generaciones recuerdan como el hotel-fonda “El Gato Negro”, en su restauran, ubicado sobre piso de madera, montado en pilotaje sobre el mar, mostraba una agradable u útil celosía que daba al mar y permitía que mientras se deleitaban los exquisitos platos allí elaborados, el aire del mar llegara hasta los comensales que lo agradecían sobremanera.

El “Hotel Perla”, construcción de dos pisos, ubicado a unos pasos de la “Estación del Ferrocarril”, mostraba en su patio central una hermosa glorieta que invitaba al descanso de los que se hospedaban en el, su cubierta se sostenía sobre ocho horcones, entrelazados por una singular celosía que simulaba el más perfecto de los encajes.

En la esquina de las céntricas calles “Máximo Gómez” y “Calixto García” aun permanece una aptísima vivienda de madera que por entonces mostraba airosa dos plantas que hacían de ella algo especial. El portalón que la rodeaba y el pasillo que conducía hasta el comedor y la despensa, estaba revestido de una elegante rejuela de madera.

Incontables domicilios construidos por entonces a la orilla del mar en la “Calle Martí” - antigua “Calle de la Marina” – mostraban en sus sótanos y ventanales proyectados al mar, hermosas y cómodas celosías que las protegían a la vez de permitir a sus moradores regocijarse perennemente junto al aire del mar.

Hoy, esta modesta joya de la arquitectura de inicios del pasado siglo, sigue mostrando su agradable presencia en múltiples decoraciones que se realizan con ella y han dejado su impronta entre, los que como yo, las recuerdan con añoranza al disfrutar una foto de época que las muestras con elegancia sin par.

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