martes, 29 de junio de 2010

PRIMERA ESCUELA PÚBLICA NUEVITERA.

POr MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

La segunda intervención yanqui en la isla se inició en 1906, con lo que el norteamericano Charles Magno, en nombre del aquel gobierno, dirigió los destinos de nuestro país durante tres años. En ese contexto se inició la construcción de la primera escuela pública de la ciudad.

La escuela, comenzó a funcionar a finales de 1908 y después de analizar las propuestas de varios nombres, el alcalde y varios miembros del gobierno local, se empeñaron en darle la designación de “ Aurelia Castillo”, aun cuando vivía esa poetisa, la que aceptó sin reparos la congratulación que se le hacía.

El 10 de octubre de 1910, la “Castillo “, retribuyó el homenaje que se le brindó y envió una emotiva carta, acompañada de una foto suya de grandes dimensiones, que se conserva en la escuela y cuyo dedicatoria reza: “Para la escuela que en Nuevitas lleva mi nombre como testimonio de mi profundo reconocimiento”.

Aurelia Castillo nació el 27 de enero de 1842, camagüeyana, miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras y ejemplo de honestidad y sencillez. Mantuvo correspondencia con los primeros directores de la escuela interesándose por la marcha de la misma. Falleció a los 78 años el 6 de agosto de 1920.

Esta, La Escuela Pública Número Uno, lució desde su inauguración una construcción sobria, al estilo americano, de ladrillos alicatados sin repellar en los exteriores, dos plantas y una cubierta formada pon un techo de tejas francesas a cuatro aguas en cuyo frontón de alzaba un hermoso reloj que marcaba la hora de cada día.

Las primeras directoras de la emblemática escuela fueron: Pepilla Jiquí, María Estraviz (Maluca), Josefa Ruano, Obdulia Ruiz, María Rodríguez, Virginia de la Fuente, Flora Madre, Leopoldina Arrebola, Trinidad Sedeño y Concepción Ramos, entre otras.

El ciclón “Flora”, que azotó la ciudad, provocó el desplome de una parte de su techo, dañando fuertemente su biguetería interior, lo que condicionó su reconstrucción en 1965, momento en el cual se le dotó de una cubierta de hormigón armado que llega a nuestros días.

Por las aulas de este peculiar centro docente han pasado varias generaciones de nueviteros que recuerda sus claustros de profesores y los inolvidables momentos de risas y juegos infantiles protagonizados en su tapiado patio, que ha servido también de escenario para premiar a los mejores alumnos, instantes que han dejado su impronta en los lugareños

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