martes, 29 de junio de 2010

LONGEVAS CEIBAS.

POr MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Disímiles son los lugares, que por sus características, pasan a formar parte de nuestra cotidianeidad y por ello son objeto de reiteradas visitas de los que residimos en el terruño: ese es el caso de 4 antiquísimas ceibas que regalan su sombra desde hace más de un siglo.
La referencia que se tiene de la más añeja de estas hermosas plantas, se remonta a la década del 50 del siglo XIX, cundo al quedar constituida la junta de educación, los graduados en ese curso escolar plantaron el árbol que serviría de referencia para sembrar otros tres.

Uno de estos robustos árboles fue plantado en 1873 en la entonces Plaza Mayor, también por estudiantes recién graduados de la enseñanza primaria y la última que echó raíces en el lugar fue sembrada el 7 de diciembre de 1924 por las alumnas de la escuela Aurelia Castillo en honor al mayor general Antonio Maceo, esta siempre brindaron su sombra a cuantos descansaban en el lugar.
Los que aquí vivimos guardamos desde pequeños hermosos recuerdos del lugar desde principios del siglo XX en el principal parque de la localidad: aquí aprendimos a montar patines, carriolas, velocípedos y bicicletas y aquí también nuestros padres y abuelos se sentaron a tomar el fresco bajo las robustas plantas.

La Ceiba alcanza una altura de 40m, tienen hojas palmadas y grandes flores acompañadas. La cápsula leñosa que encierra la semilla contiene una fibra parecida al algodón llamada capoc, esta la razón de que se cultive mucho este árbol.
La citadina planta pertenece a la familia de las bombacáceas y el capoc que produce es utilizado mucho en la confección de colchones, chalecos, salvavidas y material aislante, por lo que es usual ver en determinada época del año como los lugareños lo recolectan para hacer almohadas y utilizarlos como rellenos.

En la primera, brotan con fuerza los nuevos retoños que fueron tomados para elaborar cocimientos recomendables a los padecimientos de asma, respiratorios en general y no pocos marcan la planta de sus pies en la corteza de gruesos troncos animados en que con ello desaparecerá este mal.

Bajo la sombra de sus frondosas ramas los vendedores ambulantes, desde tiempos inmemorables han llevado con su pregón las más disímiles golosinas que consumidas por niños y adultos han hecho más gratos los momentos junto a estos ejemplares.
Los bancos ubicados bajo las vigorosas plantas han servido a varias relaciones de nueviteros, para desde esta posición privilegiada, disfrutar las melodías salidas de la banda de música o de las múltiples agrupaciones rítmicas que se presentan en este entorno.

De manera que estos gigantes vegetales se han adentrado en nuestro pueblo como sus fuertes raíces a la tierra, por ello los que aquí moramos nos sentimos orgullosos de “las ceibas del parque” y múltiples son las que se han inspirado en ellas, como infinitos son los amores surgidos bajo sus ramas.

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