viernes, 4 de enero de 2013

TIEMPOS DE ALCANCIAS. Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija. Según la herencia etimológica castellana, una alcancía es una vasija, comúnmente de barro, cerrada, con solo una hendidura estrecha hacia la parte superior, por donde se echan monedas que no se pueden sacar sino rompiéndola. Tan curioso objeto llegó a la isla y alcanzó gran valor utilitario y en Nuevitas aun se conservan curiosos ejemplares de aquellos ¨ depósitos de dinero ¨. En la ciudad se conservan alcancías con figuras de casitas , animales, barcos, figuras religiosas como el Corazón de Jesús, la Virgen de Fátima y hasta las mismísima imagen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba; barriles, pelotas de deporte y otras curiosas formas que completan las más inimaginables curiosidades que fueron construidas básicamente de porcelana, yeso, barro, metal y plástico. Entre las más arraigadas alcancías conocidas en esta villa del nordeste de Camagüey, se cuenta aquellas con figuras de cerditos, conocidas también como ¨ lechoncitos ¨, que se convertían en verdaderas ¨ guacas ¨ para lograr algún ahorro con vista al cumpleaños de uno de los niños o con el propósito de hacerle un regalo especial en determinada fecha. En tiempos de la República Mediatizada las alcancías eran improvisadas por algunas personas una haciendo una grieta en una lata sellada, esta forma fue según los más acianos ampliamente usada antes del triunfo de la Revolución por los más pobres para poder almacenar centavos. Es por ello que los más longevos, poseen aún alcancías llenas de monedas de otra época. Las alcancías de yeso, eran conservadas en lugar visible para que familiares y visitantes depositaran en ellas algún menudito que fuera nutriendo la suma, así se decía: ¨ mira como ya va pesando el lechoncito ¨, pero el momento que se convertía en todo un acontecimiento era el día que la misma era lanzada contra el suelo o se le daba un certero martillazo para que se derramara el dinero acumulado en ella. Luego, en la década de los años 40 del siglo XX aparecieron otras que fueron distribuidas por los bancos de entonces para que las personas ahorraran en ellas con vista a su ulterior depósito en las cuentas de esas instituciones. Así vieron la luz alcancías metálicas de mucha seguridad: unas sólo aceptaban realitos y cuando se llenaba solas se abrían en tanto otras tenías hasta llaves para tenerlas a buen recaudo. Ahora aunque algunos continúan la práctica y hasta artesanos se dedican a continuar fabricándolas, se imponen otras formas de ahorrar el dinero, pero quedan en la memoria de varias generaciones de lugareños aquellas alcancías que hacían que un día marcara la diferencia de los demás días del año.

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