domingo, 19 de diciembre de 2010

NUEVITERAS CON PRESILLAS PARA PELOS A INICIOS DEL SIGLO XX.

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Las dos primeras décadas del siglo XX nuevitero, conoció de la presencia de jóvenes muchachas, que pese a los cánones de la entonces pequeña y apartada ciudad de entonces, trataban de lucir una agradable presencia para lo cual prestaban especial atención a su apariencia personal. En ese empeño, sobresalió el interés en mostrar el cabello rizado, cuando muchas de las féminas eran portadoras de un laceo cabello.

Aquella etapa, signada por un abarrotamiento de artículos procedentes de Estados Unidos de América, cuyo dominio en el comercio nacional y local era preponderante por entonces debido a la influencia derivada de la ocupación militar y posterior instauración de la república mediatizada, hizo posible que hasta este paraje llegaran singulares presillas de pelo, con el único propósito de lograr ondulaciones en el cabello de aquellas damiselas de pelo laceo.

Las presillas, vendidas en diferentes tamaños, para que fueran compradas en correspondencia con las pretensiones de cada muchacha, mostraban la inscripción ¨ Made in USA ¨ y eran colocadas en el cabello húmedo de modo tal que al pasar unas horas y al perder la humedad, quedaran las ondulaciones deseadas en el pelo.

Muchísimas muchachas de aquella sociedad, al cabello húmedo, incorporaban la sustancia viscosa que producía la fruta del ¨ateje´ para lograr una mayor permanencia de la ondulación en el cabello, de modo que la brisa marina imperante en la ciudad, no deshiciera el peinado logrado.

Entonces no existía aquí el llamado ¨cold ware ¨, el que apareció décadas más tarde con un imponente artefacto de un largo pies metálico en cuya parte más alta contaba con una significativa circunferencia de la que pendían numerosos cables de corriente en cuyos extremos se adhería una presilla que hacía, mediante una resistencia, producir el calor suficiente que permitiera el rizado del pelo.

A mediados de siglo, apareció el ¨ líquido de permanente ¨, que facilitó el empeño y sólo basta colocar unos moldes cilíndricos en el cabello y humedecer con la química referida y después de unos minutos, el cabello puede ser enjuagado, quedando la ondulación producida por el procedimiento. Quedaban así atrás las quemaduras que en el cuero cabelludo se en el tiempo del llamado permanente eléctrico.

Luego se impondrían diferentes tendencias en el peinado de las lugareñas, unas veces haciendo galas del impecable cabello laceo y otras, mostrando las ondas que hacían mostrar una imagen diferente y renovadora, obsesión en la cual, marcó un importante momento aquellas primeras presillas de pelo, que permitieron a las nativas mostrar sus peinados ¨ con vueltas ¨, para exhibir su belleza en el principal parque o la arraigada ¨Alameda¨.

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