viernes, 24 de julio de 2009

CATARSIS DE UN NUEVITERO

La percepción o apreciación de la belleza que adornan el paisaje de Nuevitas, condiciona la singular sensación que se forma en los lugareños cuando empinados, desde las lomas no dejamos de mirar al mar, a ese brillante plato de agua adornado por pequeñas embarcaciones y en el que se reflejan los rayos del sol produciendo una singular iluminación del entorno.

Artístico, de aspecto bello y elegante, es el legado de varias generaciones de coterráneos que inspirados en la tierra que los vio nacer, han plasmado en hermosos óleos la belleza impar de sus paisajes. No menos interesantes han sido las instantáneas que nos regalan el testimonio del pasado y presente de una ciudad que cuenta con mil enamorados.

No escapa a mi acercamiento contemplativo, en tanto enriquecedor, el hecho de ser testigo de cómo los niños desde las más tempranas edades eligen entre sus dibujos los barcos que navegan sobre la superficie coloreada de azul mientras en el cielo parecidos a un número tres dibujan las “gaviotas” que lo adornan.

La cerámica que brota de las manos de los que en la ciudad amasan el barro, nos regala detalles tan únicos como el parque con su glorieta, la parroquia, los peces y los pescadores, el muelle, en fin todo aquello que no por cotidiano deja de convertirse en divertimento de los nativos.

El conjunto de elementos estilísticos y temáticos que caracterizan la villa y su gente, cobra forma en la obra de los que expresándose de manera literal, a través de las artes visuales y los medios de comunicación, han convertido este paraje del “Mar Caribe” en lugar especial para salir frescos, reconfortados después de una “irrepetible catarsis”

Ricardo Ferrer Aluija

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