viernes, 24 de julio de 2009

APOTEGMAS DE LA CIUDAD.

Por Lic. Ricardo Ferrer Aluija.

Como dichos breves y sentenciosos o como juicios momentáneos, que generalmente constituyen frases felices que tienen celeridad, cobran vida los “apotegmas”, de los que se han conocido cientos en el devenir de la existencia humana, pericia a la que no escapa la ciudad, en la que se retienen los que más profundamente han calado en su pueblo.

“Cangrejeros hasta dormidos” refiere el nombre de mote con que nos bautizaron a los que residimos en este lugar y refleja el orgullo por el terruño natal mientras “se pega más que las ostiones” hace referencia a la manera en que la concha de este molusco de alta manifestación en nuestra bahía se adhiere a las raíces de los mangles o las piedras en el mar, lo que lo vincula al hecho de ser inseparables.

Significativo resulta el aforismo que versa “hala más que un güinche” en franca alusión a los lugareños de gran ascendencia, lo que los compara con este aditamento formado por un torno vertical que sirve para mover grandes pesos, muy utilizados en las embarcaciones que atracan a nuestro litoral para transportar sus cargas.

Acostumbra a decírseles “como los Ballenatos; chiquitos pero empinados” a los nativos de constitución esbelta o que muestran “hidalguía” en su proceder o actuar, mientras que entre las mujeres corre el decir que “subir las lomas engorda las pantorrillas” al hacer referencia a las empinadas pendientes con que “coquetean” algunas de nuestras principales calles.

Orgullosos de su bahía retenemos aquel apotegma conocido mundialmente: “Nuevitas puerto de mar” mientras otro versa: “de San Jacinto a Santa Rita, siempre esperando visita”, en insinuación a las reiteradas visitas de foráneos que se reciben en nuestras áreas de playa, sobre todo en los meses de verano.

A los que acostumbran a abrumar con palabras insidiosas a los demás o muestran fortaleza corporal les dicen: “golpea más que una levisa”, vinculándolos a este pez grande y aplastado que se oculta en el lodo del fondo marino y si se le pone un pie encima, con su cola en forma de “chucho” es capaz de herir gravemente al que la molestó.

Con el nombre de la villa se vinculan algunos: “como la guagüita de San Fernando, un pasito a pie y otro caminando” en indicación a la costumbre de los nativos de caminar la ciudad de un extremo a otro. De esta manera el decir citadino ha condicionado maneras singulares de hacer corresponder sus prácticas con arraigados apotegmas, de los que concluyo con uno que habla de la experiencia y el dinamismo de los nueviteros: “está como San Fernando, con muchos años, pero andando”

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