miércoles, 20 de mayo de 2015

CURIOSOS ATUENDOS EN CARNAVALES DE NUEVITAS.

Por Ricardo Ferrer Aluija. Por estos días en que las calles de Nuevitas van adquiriendo temperatura por el paso de congas y “conugueros” como antesala del carnaval, viene a mi mente las más raigales costumbres de tiempos pretéritos en los que el ingenio popular hizo galas de los complementos usados por las generaciones de entonces para dar colorido al convite. Apenas se anunciaba el carnaval y pululaban vendedores de curiosos accesorios que venían a complementar la vestimenta que se empleaba por las generaciones de entonces. Carruajes de armadura de madera, con ruedas de patines eran empujados por los perseverantes vendedores de aquellos elementos que tanto llamaban la atención de niños y jóvenes. Aquellos vendedores ambulantes exhibían en sus armazones: pachanguitas, largos güines de coco ataviados con plumas de diferentes colores que hacían distinción de la artesanía, pitos de diferentes diseños y sonoridades, antifaces, espejuelos plásticos, boleros, yoyos, animales inflables, jiribillas, reguiletes, marionetas, en fin todo lo imaginablemente posible con el pretexto de tan esperada ocasión. Las curiosas jiribillas eran figuras humanas disfrazadas pintadas y recortadas en un cartón, sus brazos y piernas iban sueltas, el cuerpo estaba fijado a un fino listón de madera bellamente envuelto y decorado con papeles de colores. Los brazos y piernas tenían un punto fijo el los hombros y parte inferior del muñeco. Las cuatro extremidades estaban atadas con un fino cordón que pendía de la figura de modo que al halarlo movía intranquilo los brazos y piernas. Existían figuras de payasos, brujas y otros personajes populares. No faltaban las “pachanguitas”. Una especie de sobrero tejido de guano cuya ala alcanzaba a penas dos centímetros de ancho. Se acostumbraba entonces a adornarla con aquellas “plumas” que de múltiples colores habían sido fijadas a los largos güines de coco. De modo que se elaboraba con ella un arco desde la parte trasera del gorro hasta la frontal. Otros preferían llevarla vertical sobre la pachanguita a todo su largo. Algunos más avezados se las agenciaban para esconder entre sus plumas un pequeño bombillo de linterna que alumbraba alimentándose de las baterías escondidas en el gorro. ¡Aquello era todo un hecho de notoriedad! Ahora, cuando nuevos cánones de la moda carnavalesca se impone y aparecen nuevos referentes para exhibir en tan esperada ocasión, los que ya van a peinar canas recuerdan aquellos curiosos “atuendos” que tanto colorido regalaron a los carnavales de entonces. De momento ¡ a arroyar como las jiribillas ¡

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