Por Ricardo Ferrer Aluija.
Cuando transcurren los primeros años del tercer milenio, vale la pena viajar en el tiempo e imaginar las costumbres y maneras de vida de los que nos antecedieron. La Antropología Sociocultural, aun ciencia muy joven, nos brinda los instrumentos teórico-metodológicos necesarios para el análisis de tiempos pretéritos, en los que entre otras prácticas propias de finales del siglo XIX e inicios del XX, los galanes de la localidad acostumbraban portar bastón y sombreros.
Tal parece que las antiguas construcciones del centro fundacional de la ciudad, nos recuerdan que por su ¨ Plaza Mayor ¨ pasearon mozalbetes con sobrio atuendo de camisa blanca de hilo y pantalón y chaqueta oscura, con bastón en mano y sombrero de paño para mostrar sus mejores galas ante las damiselas de la época.
Las amplias salas de las casonas decimonónicas, generalmente contaban con un mueble de madera preciosa destinado a colocar el bastón y sombrero cuando llegaba una visita que requería de cumplido y atenciones especiales. Otros de estos artefactos eran elaborados con variados materiales.
Sobresalían entonces, muebles con altos espejos, que a ambos lados mostraban sobrados aditamentos que sirvieran de sostén a los sombreros y bastones. Estos constituían toda una obra de arte de la carpintería ebanista. Otros estaban formados por un grueso madero central, torneado con gusto y alrededor del cual se fijaban piezas salientes que prestaran la utilidad que se esperaba.
Una modalidad se puso de moda a inicios del siglo XX en la trama citadina para aligerar los grandes útiles que hasta entonces eran utilizados. Aparecieron así piezas muy curiosas que eran fijadas a la pared con la intención de que ocuparan menos espacio y cumplieran el fin soportar los aun arraigados sombreros y bastones.
Múltiples eran los materiales empleados para fabricar bastoneras y porta sombreros, pero sobresalían la caoba , el cedro, el roble y la majagua. Podían tener incrustaciones decorativas en ¨ finas láminas doradas ¨, nácar, hueso u otros componentes, pero en todos los casos resaltaba el gusto y la elegancia junto a la originalidad con que eran elaborados.
No debemos desconocer el valor utilitario que entonces se le atribuía al bastón y sombrero, máximo si tenemos en cuanta que con el bastón se obtenía un apoyo adicional y además servía en oportunidades para indicar o dar órdenes y el sombrero permitía cuidarse del sol y se hacía un arte en la galantería de quitárselo para saludar.
La Nuevitas de nuestros días, ya no tienen calles empedradas ni jóvenes señoriales que paseen por ellas con bastón y sombrero, práctica que quedó atrás para dar paso a otros tiempos, pero en la ciudad aun se conservan hermosas bastoneras y porta sombreros como testigos mudos de aquel pasado ¨ de cumplidos ¨.
domingo, 3 de octubre de 2010
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