viernes, 24 de julio de 2009

Remembranzas de Nuevitas

Levanto la vista y ante mi, empinada, esbelta, coqueta y señorial, se alza la ciudad, cual promontorio de notorias dimensiones en el que se entremezclan con armonía sin igual pendientes, ceibas, rojizos techos de criollísimas tejas, cocoteros y gente sana que suben y bajan y atraviesan el emporio citadino, cual tablero del más apasionado de los juegos.

Cruzo una calle y mirando al fondo el horizonte en que se divisa la Punta del Guincho, atareado y rodeado de viejos pescadores, me encuentro a Fernando, ese que teje las redes de pescar que luego utilizan los que se hacen a la mar para capturar los rojiazules peces que nos regala la bahía y teje también historias de españoles, piratas y cubanísimos personajes que han dado color y vida a la villa.

El vetusto cañón del principal parque, apunta al mar y parece conversar con la bahía y ocurre que el si sabe la fecha exacta de la fundación de la primada villa, pero no lo dice, posa callado como para que investigadores y aferrados demuestren lo que el sabe. El fue testigo de la presencia de gringos en la bahía y estuvo arrinconado por años hasta que le hicieron su pedestal y hoy brilla y parece expandir su ruidoso estruendo para que sepan que esta es la Nuevitas de Cuba Libre.

Cuenta Fernando mil historias y leyendas; de pescadores que con su linterna alumbraban el reloj de la mayor iglesia para ver la hora en las oscuras madrugadas, de portuarios que se accidentaban con intención para cobrar el seguro que diera comida a su numerosa prole, de historias nuevas de industrias y turismo.

Parece resonar la masa real con tres crujientes golpes en el adoquín para anunciar la buena nueva de la fundación de la ciudad aquel lejano 28 de febrero de 1828 y parece que nuestros ancestros se reúnen para darnos fuerzas y razones para continuar la obra presente y pensamos en los que hicieron por el terruño y ya no están porque se quedaron para siempre en el corazón de los nueviteros buenos.

Desde su altura, Martí avizoró y avizora la grandeza de la ciudad, y Maceo con su corta pero ruidosa estancia en ella y el viejo Gómez que la tomó por asalto aquella madrugada y se fue lleno de municiones y pertrechos ayudado por los nativos de entonces.

Erguido Fernando cuenta que cuentan y es verdad que aquí se luchó por la independencia, por la liberación definitiva, que de aquí salieron tropas y armas para la Operación Carlota que devolvió al África la deuda que teníamos con ella los cubanos y no le digo adiós al altivo personaje. Le digo hasta siempre porque tendré que estar a tu lado perpetuamente mi querido Fernando, San Fernando de Nuevitas.

Ricardo Ferrer Aluija

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