lunes, 29 de julio de 2013

NOMBRES DE INICIOS DEL SIGLO XIX.

Hoy parece ser algo simple afirmar que los nombres identifican o distinguen a las personas unas de otras, de tal modo que cada persona se las arregla para tener un apelativo diferente al de los demás, por lo que resulta evidente el hecho de que para cada persona exista un nombre. Esta práctica hizo que desde la fundación de la ciudad se acumularan singularísimos nombres que a la luz de las prácticas contemporáneas causan curiosidad y asombro entre nativos y foráneos. Los procesos de transculturación ocurridos en el país en general y en sus diferentes regiones en particular, en los que interactuaron elementos culturales de los diversos grupos étnicos que a lo largo de la historia han convivido en el territorio, fueron creando los rasgos culturales identitarios del país y los matices particulares de las diferentes zonas que lo integran como es el caso de Nuevitas. Dentro de estos procesos transculturales se produjeron aquellos que han dado lugar a la construcción de nombres propios de las personas de la región y la localidad. La influencia de lo hispánico es muy fuerte en nuestra manera de designar a las personas. Esta herencia está muy transculturada, adaptada al entorno y a los contextos en que han visto la luz. Algunas de estas prácticas, denotan una complejidad que en algunos casos eran propias de las familias de clase media pues lo más pobres no tenían posibilidades de decidir el nombre de su secesión a no ser en fechas especiales. Se trata de prácticas llegadas desde España que los inmigrantes asentados en el territorio legaron a las generaciones futuras. El llamado nombre de pila identificaba a las personas y se convertía en compañero inseparable desde el bautismo. Aparecieron aquí nombres singulares como: Clotilde Edelmira (a la que sobrenombraron con el de Coca) , Joaquina Gregoria ( Joaquinita ), Manuela Mamerta, Concepción Eufemia, Micaela Agripina, Andrea Aida, Rudes Margarita, Ulpiano Edelmiro, Elpidio Anselmo, Aurelio Juan, Ladislao Benedicto, Domitila María, Toribio Carlos, Dioscórides Menéalo; Genoveva Matilde, Venturas Manuel y Plácido Fernando, entre otros. Resultaron curiosos aquellos vinculados a algunas figuras del santoral católico como : Amanda Clotilde Benita, Víctor Eduardo Jacinto, Abelardo Ramón Inocente todos de la Caridad; Juan de la Merced, José Manuel de la Virgen, María Perpetua de la Concepción, Eduardo de la Concepción, Juana del Carmen, Juan Bosco Cándido Angel, Eustaquia de los Milagros, Ángela de los Dolores, Dolores María, Asunción de las Mercedes, Restituta del Pilar, Brígida de los Ángeles. Por otro lado aparecen registrados los nombres de José Ignacio, Augusto Grabiel, Evaristo Eusebio y unos muy curiosos en los que aparecen diminutivos de nombres ya existentes con son los casos de Carmita Luisa, Teresita Hortensia. Ahora nos parece formidable que la idea de un nombre para cada persona pudo muy bien desarrollarse simplemente a partir de la generalización del aquella ancestral práctica, pero es mas que eso, pues en el se sintetizan las responsabilidades individuales de las personas, sus derechos y su designación específica entre la sociedad en que vive y se desenvuelve. De momento, continua el deleite , en tanto asombro, al leer aquellos curiosos y muchas veces largos nombres de inicios del siglo XIX que se conservan en los principales archivos de la ciudad.

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