Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.
Francisco Agüero y Duque estrada, guardó una gran relación con la ciudad de Nuevitas, pues desde los días de la conspiración de la década de los 50 del siglo XIX principeño, proyectó junto a su primo Joaquín de Agüero y Agüero múltiples acciones que los llevaron a moverse a esta localidad, además de las relaciones que lo unían con Gaspar Betancourt Cisneros por el proyectado y construido ferrocarril de Puerto Príncipe a Nuevitas, lo que hizo posible que él y posteriormente su descendencia se trasladara y algunos se asentaran definitivamente en nuevitas.
En su artículo ¨ Se van los Ancianos ¨ publicado en el periódico ¨ Patria ¨ el 19 de marzo de 1892, José Martí escribió: “Ahora muere en Puerto Príncipe, rodeado de ruinas, El Solitario que amó a su tierra ardientemente. Ni huyó el cuerpo, ni cedió la pluma. Si no tenía más que un amigo el defensor de la independencia de la patria, Francisco Agüero era el amigo. De cárceles y de peligros salía más fresco y determinado, como el nadador de debajo de las olas”.
Tuvo “El Solitario” tres hijos varones que en la contienda del 68 se incorporaron a las huestes mambisas: Esteban, Francisco y Luis permanecían como soldados en las filas insurrectas de la guerra de 1868, ello demuestran cuanta enseñanza acerca de los valores patrios y pese al consabido exilio supo transmitir este hombre a su descendencia.
Brígida Agüero Agüero, hija de” El Solitario” pasó la niñez en una finca cerca de Puerto Príncipe, en la que recibió de sus padres la primera educación. Pasados los años se trasladó, por razones familiares, a dicha ciudad, donde dio a conocer sus poemas.
En 1861 amplió su educación en la academia que sostenía la Sociedad Filarmónica de Camagüey. Más tarde llegó a ser socia de mérito de dicha Sociedad. Sus poemas aparecen recogidos por José Manuel Carbonell en el tomo tercero de su Evolución de la cultura cubana. 1608-1927. Entre sus obras que siempre estuvieron permeadas de una abundante lírica se encuentra su oda “Las Artes y las Glorias”, así como otras muy bellas como “Lo Bello” y “Resignación” de la que transcribo algunas estrofas
Oye mi voz: el alma reverente
implora tu piedad en su amargura;
mitiga un tanto mi letal tortura,
mi cruel angustia, mi ansiedad creciente.
A través de una triste perspectiva,
miro tan solo un porvenir sombrío,
y mas mi pena sin cesar se aviva.
Un mal terrible me atormenta impío…
más si te place que muriendo viva,
“cúmplase en mi tu voluntad, Dios mío”.
lunes, 21 de junio de 2010
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