Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.
Emilia Bernal Agüero es el nombre del concurso que anualmente convoca la Biblioteca Municipal ¨ Ricardo Cabrero ¨. Ella nació el 5 de mayo de 1884 en Nuevitas. Fue mujer anticipada a su época, cosa compleja de entender en su tiempo, de lo que nos da cuenta la propia escritora en muchas de sus obras, especialmente en esa autobiografía de la niñez y la primera adolescencia, que bajo el título de ¨ Layka Froyka : El romance de cuando yo era niña¨, escribió en la ciudad de Nueva York, el año 1919. Presentó contratiempos, por los que pagó el precio que se le exigía en aquella época, y a las que sacó el partido que su inteligencia y la perseverancia que la caracterizaban le permitieron. Viajó mucho, y Cuba siempre estuvo en su memoria. Habló de su tierra natal a todos, y gracias a su intervención apasionada habló de la Mayor de las Antillas en diferentes lugares del mundo.
Emilia tradujo al español la obra de poetas brasileños, catalanes, mallorquines y para lo que se empeño con todas sus fuerzas. Editó libros como la biografía de el primo de su abuelo Joaquín de Agüero y Agüero, escrita por Francisco de Agüero y Duque Estrada. De la cubanísima extirpe, heroica, noble y abnegada de El Solitario, - como lo llamaban - , era Emilia Bernal, su nieta. Dio a conocer en español leyendas y poemas procedentes de algunas de las principales lenguas indígenas de las Américas, con espíritu humanista, en momentos en que el indigenismo no gozaba aún de prioridad en su estudio. Inducida por su curiosidad y animada por un consecuente pensamiento, también fue pionera en la labor de traductora.
Fue, asimismo la Bernal exploradora extravagante de su propia vida espiritual: de mujer, intelectual, cubana, de ser universal. La conmovió la injusticia cometida contra la mujer, por experiencias vividas en carne propia, y contra la niñez desamparada, que tampoco le resultaba ajena. Tuvo visión de un mundo diferente y propuso cambios de mentalidad que contribuyeran al mejoramiento humano. Escribió mucho y por demás sorprendente, del mismo modo en que vivió, con un derroche de vitalidad y talento hoy poco conocidos.
Bien vale la pena reencontrarla en toda su dimensión, que equivale a apreciarla en toda la extensión de su vida y obra. En su biografía, precisa que vio la luz en la ciudad portuaria de Nuevitas, en momentos en que los padres se hallaban de paso en ella. Innumerables episodios de singular interés, ocasionalmente trágicos, señalan el trayecto de la vida de esa mujer excepcional, cuya escritura y obra constituyen a la vez que una suerte de divertimento, un intento determinado por dar cuenta de aquellos hechos que acompañaron su historia de vida.
Niña aún, aceptó conocer al general español Martínez Campos, conocido por sus tristes historias de represión colonialista cuando en plena campaña pacificadora de 1895 se detuvo el tren en que viajaba el militar en una estación próxima a la escuelita rural de Minas donde entonces daba clases la madre de Emilia, maestra de convencida vocación, la también poetisa Concepción Agüero. El general la celebró impresionado por su belleza. Los ojos de aquella muchacha que se le había acercado con el propósito de conocerlo personalmente se humedecieron, y nunca olvidó el episodio.
De su presencia física quedan unas pocas instantáneas. Los pocos retratos conocidos de la Bernal que han llegado a nuestros días mediante reproducciones impresas, nos dan la posibilidad de observar su belleza. Si la instantánea captada por el lente de la cámara refleja de modo más o menos veraz el alma de la mujer, podríamos afirmar que hay una tensión en equilibrio en el que la fuerza y la belleza. En las fotos, más que una pose, en el sentido que acostumbramos dar al término, se trata de interpretar un sello propio presente en el retrato, algo que no debe quedarse meramente en las apariencias del poner al mal tiempo buena cara, tan socorrido en el tiempo que le tocó vivir. Emilia Bernal, continuará siendo en el tiempo la poetisa de Nuevitas.
martes, 4 de octubre de 2011
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