miércoles, 23 de junio de 2010

TIERRA DE CICERONES

Por MSc. Ricardo Ferrer Aluija.

Los nativos de la ciudad han mostrado en su devenir histórico ser portadores de múltiples virtudes y actitudes que le han hecho ganar la admiración y el respeto de los que llegan hasta aquí. Han hecho galas de sus potencialidades artísticas, científicas, laboriosidad, solidaridad y cultura general, por ello esta es una tierra de numerosos cicerones.

Los cicerones son personas que enseñan y dan explicación de las curiosidades de la localidad, patrimonio edificado y todo lo que es inherente, por eso se cuenta que desde finales del siglo XVIII, cuando apenas moraban unas pocas familias por estas tierras, ya algunos se empeñaban en mostrar a los visitantes las bellezas de la geografía local.

Durante el siglo XIX en que fue aprobado el establecimiento de la ciudad, afloraron los que llenaron de leyendas y curiosas historias al entorno citadino. Así junto al florecimiento de la nueva villa, se reforzaba el orgullo de los lugareños, por situarse en la estructura eclesiástica y administrativa por encima de las comunidades de San Miguel y El Bagá, de mayor tiempo de existencia. En esta etapa, descollaron por sus explicaciones que rendían culto a la ciudad y sus habitantes Bernabé Sánchez Adán y Fernando Espinosa Socarrás, de quienes se conservan testimonios escritos.

En el siglo XX, múltiples personas se dedicaron a mostrar las bellezas del territorio, de lo que ha quedado testimonio escrito a la posteridad, ente las que se destacaron figuras femeninas que podemos considerar adelantadas a su época, entre ellas sobresalieron Lesbia Soravilla y Emilia Bernal además de los también escritores José Varela Zequeira, Eduardo Varela Zequeira y Rafael Argilagos.

Fernando Lacaba, que se desempeñaba como periodista de ¨ El Regional ¨, Ramón Pérez Rodríguez, cronista social y Guillermo Arrebola Villavicencio, del periódico ¨ El Triunfo ¨, al margen de su indudable prominencia social, prestaron importantes empeños en explicar a cuantos nos visitaban las bondades de nuevitas y su gente. Y como ciudad de mar, playas, verbenas y tertulias la dejaron descritas a la posteridad en sus artículos.

Tranquilino Miranda, el sacerdote Amaro San Román y sobre todo Gerardo Gregorio Badía Gutiérrez, parecían enamorados de la ciudad ribereña, por cierto, este último, aun vivo, lo hacía componiendo décimas de las que aún recuerda varias decenas en las que le ha cantado a Nuevitas.

Otros se han sumado a la lista de destacados guías de la ciudad: Manuel Maure Parry, Enrique Cirules, Armando Maure Callejas y una pléyade de historiadores y miembros de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, al calor de medio siglo, han profundizado, investigado y divulgan la rica historia local, también conocida por los turistas de todas partes del mundo que visitan el balneario de Santa Lucía, para lo que sus guías se actualizan, convirtiéndose también en eso: ¨ cicerones de la ciudad ¨.

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